Constantemente llegan noticias
relacionadas con la corrupción. Ahora le
ha tocado el turno a Galicia, donde hay varios políticos acusados de cohecho y
prevaricación. Pero da igual el tiempo y el lugar. En el norte o en el sur, con
elecciones o sin ellas, la corrupción salpica a todos los partidos, a la
derecha, el centro y a la izquierda.
Más que de corrupción, hablemos de corruptos,
o para ser más precisos, de corruptores y de corrompidos. De negociantes sin
escrúpulos que tientan a políticos sin principios. Les une un mismo objetivo, ganar
dinero a espuertas, a costa del empobrecimiento de los ciudadanos.
Hoy, con más motivo con nunca, la
sociedad civil exige al político una trayectoria inmaculada y una honestidad a
toda prueba. El político debe sortear las tentaciones de enriquecimiento
ilícito que aparecen a la hora de tomar decisiones. La mayoría lo hace, pero una escandalosa minoría se deja
corromper, y daña la credibilidad de todos los demás.
Las dos grandes rémoras que impiden el
crecimiento económico de nuestro país, son la corrupción y el fraude. El día
que los jueces detengan a los corruptos y a los defraudadores, ese día
terminaremos con la crisis. Seguro.
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