Cenizas

En una ambigua manifestación en Barcelona, donde unos pedían independencia y otros un pacto fiscal, los comandos de animación quemaron, como colofón, unas banderas de España, Francia y Europa. No es agradable ver, aunque sea por televisión, arder símbolos de historia y cultura. Pero las banderas que arden son banderas vivas y sus cenizas tienen gérmenes de renovación, como las cenizas del ave fénix. Nadie se ocupa, en nuestros días, de quemar la bandera del Imperio Austrohúngaro, de la República de Venecia y del Reino de Trapisonda. Solo se queman banderas con futuro por incendiarios sin futuro.
 
Lo peligroso para las banderas no es ser incineradas sino sustituidas. En este sentido, las amenazadas no fueron las banderas de España, Francia y Europa sino la venerable señera de Cataluña, llena de resonancias históricas y colores hispánicos. En la manifestación predominaba otra señera falseada, la llamada "estelada", que mancha la noble cuatribarrada con un triangulo azul y una solitaria estrella de cinco puntas. Un autentico gallardete de circo si no tuviese un lúgubre significado político. Ya pueden tener cuidado los de Convergencia y, no digamos, los de Unió alentando estos pendones. Porque tras este gallardete, de Unió nada, ni con Europa, ni con España ni con los ciudadanos de Cataluña ni con los ciudadanos del mundo que no comulguen con ideologías excluyentes.
 
La solitaria y pálida estrella es todo un símbolo de insolidaridad, aislamiento y pobreza. Es un astro errante sin relación con su entorno. Una geometría frígida que pretende cualquier cosa antes que un hipotético pacto fiscal. Solo señala un camino de "iras y no volverás" hacia la tiranía de la mala estrella. A este gallardete nadie se molestará en quemarlo, porque es un símbolo suicida cuyas cenizas no tendrían capacidad de resurrección. Es la insignia de una Cataluña convertida en parque temático de lo que fué y no podría volver a ser nunca más.
 
Los gestores incapaces de afrontar la crisis, digamos benévolamente que ingenuos, que aun creen que los problemas políticos se resuelven con "manifas", deberían saber que estos espectáculos son armas con retroceso. En este caso, el retroceso se ha cargado la referencia ambigua al pacto fiscal de Artur Mas. Este personaje, consciente de que la manifestación separatista ha reducido a cenizas su estación intermedia de abastecimiento, reaccionó rápidamente, sustituyendo esta meta por estructuras de Estado o, simplemente Estado, sin definir si se trata de un Estado independiente, federado o asociado o cualquier otro invento compatible con financiar el déficit con las arcas ibéricas y mantener abiertos los intercambios comerciales. Pero no era esto lo que alentó con su manifestación y sus aspavientos.
 
Después del evento, los únicos trenes que van a chocar son el de los nacionalistas de estilo burgués con el de los separatistas exaltados de estilo radical. Los nacionalistas de cartera contra los separatistas de trinchera. Las cenizas del pacto fiscal es lo único que se recogerá, pues las cenizas de las banderas habrán volado y otras flamantes banderas ya están ondeando al viento, como siempre, para acompañar a la autentica señera cuatribarrada, con algún Artur más o Artur menos. Cataluña seguirá siendo lo que es dentro de España y dentro de Europa porque, en todas partes, son más los responsables del verbo "conllevar", que decía Ortega y Gasset que los aficionados al verbo "quemar" de los suicidas de la mala estrella. El imprudente Artur Mas huele a chamusquina como no olieron Tarradellas, Pujol, Maragall ni siquiera Montilla. Es un honorable estrellado.