Adrian Scout, subdirector del holandés Instituto Clingendael de
Relaciones Internacionales, decía en las páginas de internacional de "La
Vanguardia"-al día siguiente de la Diada, y el mismo día en que se celebraban
elecciones en Holanda- que "hay Estados que no son de fiar". Venía a cuento de
las reticencias holandesas a los Estados europeos del sur atrapados "por la
crisis, la deuda, la indisciplina y la irresponsabilidad". Scout añadía que "no
estamos ante un problema de déficit democrático en Bruselas, de falta de
transparencia o de legitimidad de las instituciones comunitarias. El gran
problema de la UE es que tienen Estados que no funcionan y que no son de fiar.
Veo en España y en otros países cómo el control democrático y la confianza de
los ciudadanos en sus políticos van de mal en peor. Todos los Estados han de
tener instituciones capaces de funcionar, de ser solventes y tener credibilidad
en una economía globalizada y de mercado". Remataba diciendo que faltan
"instituciones capaces de alertar sobre fallos en los modelos, sea el de
pensiones o el de financiación de los partidos políticos".
Pongan otro nombre al autor de esas declaraciones y llévenselas a otras
páginas de cualquier periódico español y tal vez entendamos lo que pasa. En Holanda, los ciudadanos no apostaron por
un giro antieuropeo, como muchos se temían, sino que votaron al centro que
defiende la integración. Los ciudadanos parecen saber de quién se fían y de
quién no. En España, por el contrario, aunque la legitimidad es incuestionable,
las instituciones funcionan y la Constitución nos ha asegurado el mayor periodo
democrático de la historia, sí hay un
cierto déficit de calidad de la democracia, que es lo que ha generado la
desconfianza de los ciudadanos hacia sus políticos.
Algunos de éstos, en lugar de reconocer sus errores -muchos- de asumir
sus responsabilidades, de fortalecer las instituciones y de ofrecer confianza a
los inversores y a los ciudadanos, han optado por ponerse al frente de la
manifestación en una huida hacia delante que nos puede llevar a todos a una
situación desastrosa. La indisciplina, la irresponsabilidad y la ocultación de
la verdad han creado esa sensación de insolvencia y de falta de credibilidad en
las instituciones y en quienes las dirigen.
Dicen que todos los países han sobrevivido a sus peores políticos y a
todas las crisis. Ojalá. Quien incendia el bosque no parece que pueda quejarse
de la tierra quemada ni que sea la persona más preparada para apagarlo. Pero sí
lo será de las consecuencias que, en una economía globalizada y de mercado, van
a tener esos desafíos. Además de rescatar a Europa "de su intenso proceso de
decadencia que llegará a ser irreversible", como escribía recientemente
Antonio
Garrigues Walker, vamos a tener que rescatar lo que quede de España de sus
cenizas. En tiempos de miserias, lo que se necesita son personas,
instituciones, Estados "de quien nos podamos fiar". Grandeza de miras. Todo
antes que pasar de la crisis a la locura.
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