lunes 10 de septiembre de 2012, 11:17h
"'¡Ahora ya no podrán trincar!" Lo dijo con la misma
contundencia con la que estampó el pito doble sobre el mármol para cerrar la
partida vespertina del bar de la esquina.
Algo parecido a la sentencia del abuelo castellano-manchego se lo
escuché meses antes, y con verdadero horror por mi parte, a una fina y
cultivada profesora de un elistista centro privado de estudios de post grado:
"Los políticos solo van a trincar".
Una y otra tienen ahora un ídolo
en Dolores de Cospedal, la presidenta que quiere quitar el sueldo a todos los
diputados castellano-manchegos "porque los ciudadanos necesitan saber -asegura-
que quienes trabajamos en este oficio público estamos dispuestos a dar ejemplo".
Muerto el perro, piensan quienes denostan a los políticos, se acabó la rabia. Y
así el que no trincaba, es la teoría de estos antisistema, tampoco tendrá
oportunidad de hacerlo. La lideresa que escandalizó a medio país hace dos años,
cuando se descubrió que acumulaba cuatro sueldos públicos alimenta ahora el
raca-raca antidemocrático que quita cualquier valor al trabajo de los políticos
cuando no pide, directamente, que desaparezcan como solución a todos los males
país. Todo bajo la justificación del ahorro, aunque si sigue con su plan apenas
dejará de gasta un millón de euros en
sueldos de diputados menos de 1 millón de euros en una región que tiene fijado
su techo de gasto para 2013 en 5.500 millones de euros. Si la presidenta castellanomanchega
se empeña, la política dejará de ser una
profesión y se convertirá en una afición,
en un hobby para potentados o desocupados, pero ricos de familia, que se lo pueden permitir. Sobre todo para los
políticos de la oposición, porque Cospedal -y esa es parte del truco- ya tiene
colocados a los que apoyan a su Gobierno, en su gran mayoría pagados por el
erario público en las distintas administraciones regionales. Cospedal quiere
mandar a la oposición al paro como irónicamente ha comentado su colega
presidente y de partido José Antonio Monago. Nada más cómodo para hacer y
deshacer a su antojo en una comunidad autónoma en la que gobierna con mayoría
absoluta, aunque con un solo diputado de diferencia. Controlar la acción del
Gobierno, preparar las alternativas políticas o, simplemente, reunirse con los
ciudadanos para conocer su problemas de cerca pasará a ser no una obligación
derivada de los votos que recibieron de los electores sino una muestra de
voluntarismo, una dedicación after hours, porque lo primero es lo primero, y la
prioridad del diputado no será otra que la de buscarse la vida.
No hace falta consultar el CIS
para saber que la clase política de ha convertido en un problema más que en una
solución para una parte importante de la población. Han sido demasiado los
abusos, los derroches a costa del dinero público y los casos de corrupción como
para que muchos ciudadanos comparen sus penurias con la supuesta opulencia de
sus políticos, sufragada por los cuantiosos impuestos que aportan
religiosamente. Es comprensible la decepción de los ciudadanos con los
responsables de la gestión pública que o trajeron la
crisis o muestran su incapacidad para superarla. Es imprescindible acabar con
los privilegios que aún se mantienen en los parlamentos, ayuntamientos o partidos políticos. Habrá que reducir lo
necesario el número de profesionales de la política como se están reduciendo,
lamentablemente, en las empresas privadas. Y resulta de justicia que los políticos
se ajusten el cinturón como los demás ciudadanos. Pero corregir los desmanes y
los privilegios de muchos políticos, meter en la cárcel al delincuente o
diseñar una política low cost en nada significa el gratis total, la pérdida de
valor absoluto de una profesión que se basa en el voto de los ciudadanos a los
que se les ofrece trabajo y dedicación para mejorar la sociedad. Corresponde a
los electores dejar sin sueldo a los políticos en los que no confía,
simplemente con no volverlos a votar. Y no a una dirigente política más
preocupada por los golpes de efecto que tapen sus carencias para mejorar la vida de los
ciudadanos que por el tufillo antidemocrático de sus ocurrencias.