Pero, ¿ganamos o perdemos en Europa?
viernes 19 de octubre de 2007, 20:07h
Escuchando al presidente Zapatero al final de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de Lisboa, España se ha colocado en las primeras posiciones en el poder comunitario: “En Niza fuimos el país europeo que más perdíamos, y ahora somos los que más ganamos”.
Escuchando la reacción de los dirigentes del PP, en Niza conseguimos auténtico peso político en Europa al quedar reforzados en el Consejo Europeo, aunque hubiéramos cedido escaños en el Parlamento de Estrasburgo, y en Lisboa hemos perdido peso específico.
Los resultados de una misma negociación tienen, pues, dos puntos de vista antitéticos. Y así las cosas, no es de extrañar que nadie se aclare con el reparto de poder comunitario. Lo único cierto es que, efectivamente, se ha aprobado un Tratado que sustituye a la non nata Constitución Europea. Algo es algo, porque desbloquea la política comunitaria y sirve como primer referente para un nuevo proceso que tendrá que abrirse a partir de ahora.
Pero ni siquiera en este punto hay acuerdo. Para Zapatero, el texto es bueno; al menos, salva momentáneamente el impasse europeo. Para la oposición, el texto es demasiado farragoso e imposible entender si no es por auténticos expertos en la idea y construcción de Europa. Dicen, y acaso con razón, que este Tratado conseguido in extremis en Lisboa no acerca Europa a los ciudadanos, aunque sí avanza un pequeño paso en el proceso de integración europea y concede un poco más de poder, algo más de codecisión, al Parlamento Europeo.
Y también parece cierto –a tenor de lo que dicen unos y otros- de que se simplifica el poder del Consejo Europeo a través de la doble mayoría –votos por país y por habitantes-. Y, desde luego, desacuerdo absoluto en relación a cómo ha quedado España en ese conjunto de 27 países que forman la Unión Europea. Éste es el punto, sin duda, de la gran discusión política entre el Partido Socialista y su antagonista el Partido Popular.
Veamos. Para el PSOE está claro que hemos conseguido 4 escaños más en el Parlamento Europeo, el cual va a tener un poquito más de poder en las decisiones comunitarias. Pero para el PP, Zapatero no ha sabido defender esa horquilla que preveía en el mes de julio el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos -y más concretamente su secretario de Estado, Alberto Navarro, que fue quien facilitó las tablas-, que debía corresponder realmente a España: entre 55 y 57. Y no digamos con respecto a las tablas del Instituto Elcano, que daban a España 59 escaños.
España se ha contentado finalmente con 54 escaños en un Parlamento rebajado de los 786 eurodiputados de ahora mismo –a Rumania y Bulgaria se le dieron escaños sin quitárselos a los que ya existían, aunque se rebasase el límite de 750 diputados- a los 750 más 1 en los que ha quedado la Eurocámara con este acuerdo (750, el tope, más el presidente). Y hasta ese escaño de más –el del presidente- viene con truco, que es necesario explicar.
En la dura noche negociadora del jueves, el premier italiano, Romano Prodi, se hallaba resolviendo un conflicto político interno en su país. La noticia trascendió y a Prodi le llovieron las bofetadas desde Roma. En la Ponencia –previamente pactada-, Italia pasaba a contar con 72 europarlamentarios, mientras que Gran Bretaña tenía 73 y Francia 74.
La forma de Prodi de resolver su conflicto político ‘casero’ fue exigir un escaño más. Y, al final, por el bien de la negociación y la salvación del Tratado, se le concedió. Pero se hizo sin quitar ningún escaño a nadie –hubiera descabalado todo el reparto-, sino con el argumento de que el Parlamento tendría 750 escaños y el presidente. Al final, 751 eurodiputados.
Si controvertido es todo lo anterior, no menos complicado y farragoso es el sistema de reparto de escaños: no se distribuyen de forma proporcional pura por número de habitantes, sino con una proporción regresiva para que los países con menos habitantes no salvan excesivamente perjudicados. Y siempre bajo la base de un mínimo de 6 diputados, como Luxemburgo, y un máximo de 96, como Alemania. A partir de ahí, la distribución se realiza por número de habitantes, pero con retoques para privilegiar a los países más pequeños.
De ese reparto, España ha ganado 4 en Estrasburgo –pese a la reforma, la Eurocámara sigue sin constituirse en auténtico poder legislativo-, pero ha perdido poder en el Consejo Europeo, que es el que manda.
En este punto, el PSOE huye de explicaciones y el PP vuelve a las comparaciones con el Tratado de Niza. Allí, España casi se igualaba con los cuatro grandes –Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia-, de los que quedaba a sólo dos puntos. Pero ahora, con la ‘doble mayoría’ de Lisboa –votos en el Consejo por número de habitantes y por país-, habríamos perdido poder, según estas cuentas, porque sólo en lo relativo a número de habitantes, tenemos la mitad de poder que Alemania.
Eso significa en la práctica, por ejemplo, que si con el reparto de Niza había grandes posibilidades de constituir minorías de bloqueo, con el reparto de Lisboa la constitución de esas minorías queda muy dificultada.
Ahora bien, pese a todo, parece que deberemos dar las gracias a Polonia, que también quedaba perjudicada y que ha conseguido introducir lo que se conoce como el “Compromiso de Ioannina”; es decir, que cualquier país pueda reclamar en determinados momentos que se cuenten los votos en función del reparto establecido en Niza. Eso beneficia a Polonia, pero sin duda también a España. En fin, que los intereses españoles habrían sido salvados finalmente por los polacos.