Llega un momento en el que resulta
molesto ver, leer y escuchar en los medios de comunicación de masas
determinadas noticias, a pesar de tratarse de temas de interés general para
todos los ciudadanos, ya sea sanidad, educación, agua o las desgarradoras
cifras del paro.
La globalización de los medios de comunicación han derivado en
que los temas sobre los que se habla y se discute, así como su importancia, su
orden y la manera de transmitirlos (la llamada teoría de la agenda setting) se repitan constantemente en
los informativos, obviando otras noticias por los motivos que sean. En
definitiva, los temas que creen que preocupan a los españoles, se repiten una y
otra vez: los ciudadanos quieren saber sobre ellos, los representantes del pueblo o los gestores
de la voluntad popular hablan aun más de ellos mismos y los medios reflejan
dicha información.
La irritación que resulta del
conocimiento de esas noticias viene alimentada, en cierta forma, por el papel
que desempeñan en este bucle estos ciudadanos que se dedican a hacer política
(o su propia política). La mayoría de estas personas, ejerciendo su función de
transmitir lo que opinan los ciudadanos, hablan una y otra vez de las
cuestiones que más preocupan a los españoles. Pero tanto "hablar por hablar" ha
derivado en una aguda desconfianza del pueblo hacia ellos y hacia las
instituciones. Los ciudadanos estamos hartos del debate estéril, del cruce
innecesario de improperios y de la demagogia en sí. Estas personas se han
olvidado de su función más importante, la del servicio a la sociedad y a su
bienestar general, atentando contra los verdaderos valores de la política, que
es estar al servicio de los ciudadanos. Con esos términos es con los que se
mide el valor de su profesión. Y, en este país, se les ha olvidado.
Por tanto, los ciudadanos les debemos
exigir profesionalidad, porque si no son profesionales en sus puestos de
trabajo, habría que preparar un ERE y despedirlos: nuestros representantes, de
unos u otros partidos, deben promover políticas valientes y dejar atrás
maniobras de despiste que insultan a la inteligencia del pueblo español.
Somos conscientes de que la situación
de crisis que atravesamos, de la incertidumbre que se genera por si nuestra
economía acaba poniéndose en manos de tecnócratas comunitarios y, en
definitiva, de lo duro que es para todos este escenario. Pero su crudeza no les
exculpa de los malos hábitos demagógicos que han adquirido a lo largo de tantos
años. Precisamente por este contexto económico que atravesamos, hay que dejar
de hacer luchas partidistas y dedicarse a aportar ideas para mejorar la
situación. Hay que trabajar duramente y presentar propuestas.
Hay que llegar a
acuerdos entre Gobierno y oposición que, además ayudaría a proyectar una imagen
de fortaleza hacia el exterior. Y más aún, hay que plasmar las propuestas en
medidas legislativas. Si con el arranque del nuevo curso político esto no
sucede, al final los electores se volverán contra los que han obtenido sus
escaños en forma de desprecio.
Centrémonos ahora en los temas de
actualidad e interés agrarios, en las propuestas y en las medidas legislativas
de las mismas. Los agricultores y ganaderos están abrumados de asistir como
público al espectáculo que ofrecen los actores que llenan los arcos
parlamentarios.
El ciudadano no quiere ver más como se
matan por ver quién grita más fuerte para hablar del agua. El ciudadano quiere
un Plan Hidrológico Nacional que venga a poner fin a años de demagogia y
estéril oratoria. Y, por supuesto, a solucionar los problemas hidráulicos que
tanto daño han hecho y tantos enfrentamientos autonómicos han provocado.
Los agricultores y ganaderos, y sobre
todo los consumidores, ya sabemos del tremendo desequilibrio que existe en la
cadena alimentaria, de la indefensa posición que tiene el productor frente a
una parte de la gran distribución, y también sabemos el problemón que existe en
materia de precios agrarios. No nos hacen falta más estudios que nos lo cuenten
otra vez. Lo que necesitamos es que el Ministerio de Agricultura, Alimentación
y Medio Ambiente se ponga manos a la obra y comience urgentemente los trámites
de las dos normas que ha anunciado: una para mejorar la cadena de distribución
y otra para favorecer el asociacionismo y evitar la atomización del sector a la
hora de comercializar para mejorar la posición negociadora del sector
agropecuario.
Y, por último, no nos reiteren más lo
que el campo español se juega en la reforma de la Política Agraria Común.
Luchen por defender lo nuestro, negocien incansablemente en Bruselas y
demuestren, como así hacen otros muchos países, que conseguir en España una
Política Agraria Nacional fuerte no es un sueño, sino que debe ser una realidad,
sobretodo, porque ya vienen contempladas en las 66 medidas anunciadas por Arias
Cañete.
En definitiva queremos que se mime al
sector porque se lo merece. Porque mimando al sector financiero no se está
generando el empleo que es capaz de crear el sector agropecuario. Porque
descuidando a los ganaderos y a los agricultores estamos abocando a este país a
buscar alimentos fuera de nuestras fronteras y, más aún, estamos intensificando
la crisis de alimentos que existe en el mundo y que, desgraciadamente, pagan
los más débiles. Y no lo digo yo, lo dice la FAO. Gracias al trabajo de los
profesionales del campo, todos tenemos garantizados alimentos en cantidad y
calidad suficientes. Y porque si no somos capaces de entender que el campo es y
será siempre el colchón que protege ante una gran caída en épocas de vacas
flacas, tampoco conseguiremos que este país vuelva a respirar.
Así pues, señores representantes de
los españoles elegidos en las urnas que se ubican en las escuelas de nuestros
pueblos, no echen en saco roto el enorme esfuerzo y sacrificio que están
haciendo los agricultores y las familias. Utilícenlo para devolver la paz y la
tranquilidad económica en los hogares españoles, fundamentalmente, en los del
medio rural, porque precisamente ellos son los que no han provocado esta
crisis.