La obscenidad de la izquierda abertzale
lunes 13 de agosto de 2012, 20:01h
Este breve comentario de hoy se puede
prestar a confusiones por lo que es necesario aclarar dos cosas antes de
empezar: que asumo que haya lectores que no sólo no me comprendan sino
que lo rechacen categóricamente y que, pese a lo que intento defender,
estoy en las antípodas del pensamiento de la llamada izquierda
abertzale.
Dicho esto me atrevo a declarar que para mí no sería nada
escandaloso que una sociedad -siempre de acuerdo con la Ley- excarcelara
al "carcelero" de Ortega Lara, Josu Uribetxeberría, que ni se ha
arrepentido de su pestilente oficio y que fue condenado nada menos que
por tres asesinados y por el secuestro, también, de Julio Iglesias
Zamora. Y no me escandalizaría -si de verdad las pruebas médicas
determinan que tiene un cáncer terminal- porque una sociedad democrática
no puede, no debe, ni aun en casos tan repugnantes como este, ponerse
no ya a la altura de los asesinos sino ni siquiera manejarse por
parecidos parámetros.
Allá el asesino y carcelero si no se arrepiente de sus crímenes,
morirá con ellos, pero nosotros, al menos, habremos tenido la clemencia
de una sociedad moralmente sana. Y en todo caso, si al final se le
excarcela, será porque nuestras leyes -que nada tienen que ver con la
infamia terrorista ni su vileza moral- permiten ese último rasgo de
humanidad contra quien ha demostrado carecer incluso de ese instinto
casi primario que es un atisbo de compasión.
Será por eso y nada más que por eso, y en absoluto pueden contar
ni las dudosas huelgas de hambre planificadas de los presos etarras ni
las increíblemente cínicas declaraciones de los batasunos con Martín
Garitano al frente.
¿Cómo se atreven estos facinerosos a acusar al Gobierno, al PSOE
incluso al tibio PNV -y menos en este caso- de actuar con "sadismo", de
"disfrutar con el sufrimiento ajeno"? ¿Cómo se atreven ni siquiera a
abrir la boca los que callaron y hasta justificaron los más de 500 días
en el zulo de Ortega Lara y la evidente intención, una vez descubierto
el lugar, de dejarlo morir de hambre y abandono si la policía no llega a
dar con el mecanismo? ¿Pero cómo es posible que viéndolo todo ya con
una cierta perspectiva, aun haya gente que pueda votar a una opción que
calla ante los más crueles asesinatos y torturas y exige -ni tan
siquiera pide- "humanidad" para los asesinos y torturadores? ¿Pero que
obscenidad es esta que airea orgullosa y llena de razones la izquierda
abertzale? ¿Quién ha sido aquí sádico hasta los limites mas escabrosos y
quién ha parecido disfrutar con el dolor ajeno? Sólo, en este caso, hay
un nombre: Josu Uribetxeberría y sus jefes que sin pestañear
secuestraron, torturaron y condenaron sin juicio a un hombre inocente y
bueno.
No sé qué decisión tomará el Gobierno ni soy experto en leyes.
Pero si el carcelero vive sus últimos días en su casa, habremos dado
otra lección a los facinerosos del abismo que nos separa y el mundo
comprenderá que pese a que muchos aun no lo entiendan, aquí no hay dos
bandos sino un estado de derecho y un puñado de desalmados que poco
tienen que ver con los sentimientos que se atribuyen a los seres
humanos.
Qué difícil sigue siendo entender a los votantes que arropan a
esta gente. Ni la independencia ni ningún sentimiento patriótico pueden
justificar lo injustificable. Y llevamos ya decenas de años y este apoyo
social no cambia.