domingo 12 de agosto de 2012, 13:47h
El maratón es el broche de oro de los Juegos Olímpicos. No sé si Rajoy
estuvo de incógnito en la capital británica, también en el baloncesto, porque
es lo que de verdad le hubiera gustado, o si no se atrevió por el qué dirán. Si
le sacan una foto en Londres, se arma, lo que no deja de ser una estupidez.
Tampoco sabemos si ha estado pensando en cómo sacar a España de la crisis o si
se ha ido a Galicia para poder ver todas las retransmisiones de las Olimpiadas
tranquilamente sin que le llamen Soraya, Luis de Guindos o Cristobal Montoro... En todo caso, tendrá que volver a
Madrid, mal que le pese, para hacer frente al otoño más caliente de la
democracia. Los que predijeron la crisis hace cinco años, dicen que en 2013 va
a llegar "la tormenta perfecta", es decir que va a llover lo que no está
escrito y no precisamente agua. Con el PSOE apuntándose a lo que sea, con
Llamazares y Sánchez Gordillo defendiendo "el robo popular", - que ya tiene
imitadores-, con Artur Mas y los suyos retando a Rajoy, hasta con sus barones
amenazando desbandada y con el paro desbocado, esto no lo arreglan ni seis
docenas de medallas olímpicas. Dan ganas de correr como Bolt pero en dirección
contraria.
España se parece mucho a la catástrofe del atletismo -nunca hemos hecho
un mayor ridículo- y seguramente hay que dar más juego a las mujeres, que son
las que han salvado el palmarés. Ya no se puede vivir de las rentas y como
éstas van a ser cada día más escasas, el panorama que se adivina para el
deporte español, como para la cultura, la investigación, la justicia, el Estado
del bienestar, la dependencia o las carreteras es de una pobreza cercana a la
miseria. Como no nos salve Europa...
Rafael Miranda, un burgalés listo, ex consejero deleado de Endesa, dice
que "tenemos que convertirnos en los alemanes del sur de Europa", pero una cosa
es decirlo y otra hacerlo. Para eso tendríamos que ser alemanes, trabajar como
los alemanes y gastar como los alemanes. Aquí lo más parecido a Angela Merkel
es Esperanza Aguirre, pero no creo que Esperanza fuera la salvación, todo lo
contrario, para España, pero tampoco creo que lo sea Rajoy. Aquí la única
solución es un pacto de Estado entre los partidos, los sindicatos, la patronal
y las comunidades autónomas, una renuncia a los pequeños intereses y una
apuesta por el bien común. Ya no se habla del bien común, tal vez porque la
mayoría de los ciudadanos sólo piensan en el bien de cada uno. Así nos va.
Cuando el mundo camina hacia la globalización, resurgen los nacionalismos y el
sálvese quien pueda. Lo malo es que siempre se salvan los más fuertes, los más
ricos, los más poderosos y siempre pagan el pato los más débiles, los que menos
tienen. Disfruten del verano mientras puedan