El caos y sus incondicionales
lunes 30 de julio de 2012, 16:22h
Que hermosa la ceremonia inaugural de los
JJ.OO., y cómo se nota que los británicos no están en la "zona euro". No
es que gastaran mucho, que sí, sino que gastaron, a la vista del óptimo
resultado, bien. En la "zona euro" se gasta de pena, y en el Sur de esa
zona, los ricos se gastan lo de los pobres, lo poco que les queda a los
pobres. Ahí tenemos ese Dívar, que sobre no devolver el dinero de los
pobres, o sea, de los españoles, que se gastó en sus recurrentes bureos
por Puerto Banús, pide ahora una millonada en concepto de haberse ido
sin que le quitaran lo bailao. En Londres se lo gastaron bien la otra
noche, y no sólo porque lo tienen, sino que lo tienen porque el número
de los corruptos y de los ineptos incardinados en su Administración, que
también los tienen, es infinitamente menor que en estos sures
expoliados.
Siendo escasos los espectáculos bellos que proporcionan Europa y
el mundo últimamente, se agradeció ese regalo británico para la vista,
sobre todos para los españoles, a los que nadie regala nada y sólo ven
cosas horribles. El Gobierno de Rajoy sí decía que venía a regalarnos
una porción de cosas, reactivación económica, estabilidad
presupuestaria, créditos, congelación de impuestos, en fin, asuntos de
esos de dinero que constituyen, a falta de la menor sensibilidad por la
educación, la cultura, la justicia, la sanidad pública o la
investigación científica, el Norte, el Sur, el Este y el Oeste del
argumentario de la derecha. Pero ni por ahí: el prometido maná se
convirtió rápidamente en un mangar, en un escarbar en los bolsillos y en
los ahorros de la gente, que ni siquiera devuelve el Gobierno los que
tenía apalancados Bankia, que ahora es suya, a resultas de la
escandalosa estafa a sus clientes de toda la vida.
Ahora bien; que a la vista de esto, y de lo que se barrunta,
todavía haya un 30 por ciento de electores que votarían al Partido
Popular si se celebraran hoy elecciones, rebasa los límites de la
comprensión humana. Los analistas ponen el acento en que cae el número
de sus incondicionales, pero la noticia está, qué duda cabe, en el
descubrimiento de que aún habría, ¡y un 30 por ciento nada menos!, quien
le votara.