La vuelta a casa de la Infanta Cristina
jueves 19 de julio de 2012, 18:57h
La vuelta de la Infanta Cristina y de sus
hijos a Marivent -donde pasaran unos días de vacaciones con los Reyes y
la Infanta Elena- ha puesto en marcha el ventilador: que si este es el
signo más evidente de que la pareja está a punto de la separación, que
si Urdangarin tiene una amante en Nueva York a la que visita con
frecuencia... Rumores, solo rumores sin que nadie aporte una sola prueba
de que efectivamente esa "garganta profunda" que parece estar al tanto
de los sentimientos más íntimos de la pareja y que es quién los
distribuye a diestro y siniestro, aporte una sola prueba de que todo
esto es verdad. Lo habitual en una época del año en que escasean las
noticias sabrosas, más ahora que todos los temas quedan bajo el espejo
manto de la maldita crisis.
No sé si la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin acabarán por
divorciarse, no lo sé, pero es fácil imaginar el deterioro que supone
estar sometidos a una fuerte presión jurídica y mediática, que se les
hará más y más insoportable según se vaya acercando el día en que el
duque de Palma se siente en el banquillo a explicar la letra pequeña de
sus negocios, ya que la de trazo grueso la conocemos a través del
sumario que obra en poder del Juez Castro y de los abogados que le
acusan o defienden.
Ante este negro panorama lo lógico es que la Infanta busque
refugio entre los suyos, por más que estos se muestren inflexibles en
cuanto a la posición de Iñaki dentro de la Familia Real. ¿A quién mejor
que a una madre se le puede explicar lo sola que se siente en
Washington, lo mucho que echa de menos a sus amigos, a sus hermanos y
sobrinos? ¿A quién? Sin duda alguna a quien ha dado sobradas muestras de
que además de Reina es madre, y que para ella los hijos y los nietos
son su gran sostén, en un momento de su vida en que ve como todo por lo
que había luchado se resquebraja.
Es difícil saber también, qué palabras habrá utilizado Cristina
para explicar a sus hijos las razones por las que no pueden viajar a
España, por las que no pueden soplar las velas el día de sus cumpleaños
sin que estén presentes sus abuelos, sus tíos, sus primas, a los que tan
unidos se sienten, y con los que han crecido, jugado, llorado y reído.
Siendo verdad que su padre tendría que haber pensado en todo esto
antes de embarcarse en negocios a todas luces indecentes también lo es
que los niños no tienen culpa de los errores de sus mayores, ni siquiera
si los mayores son, como en este caso, una Infanta y su marido.