miércoles 18 de julio de 2012, 16:52h
Cuando suena el tiro y la perdiz sigue
volando, el mal cazador le echa la culpa al perro. "El Gobierno comunica
mal" -se dice a modo de excusa para justificar los fallos de
coordinación entre ministros y ministerios-.
El caso de la paga de Navidad que seguirán cobrando los
funcionarios que no llegan a los mil euros mensuales y de la que el
ministro de Hacienda parece que no tenía noticia -pese a que el dato
estaba publicado en el BOE- es llamativo. Pero no es el único. El mismo
Cristóbal Montoro, en la rueda de prensa posterior al último Consejo de
Ministros, evitó responder a la pregunta más que pertinente de un
periodista que quería saber cuánto dinero estimaba el Gobierno que
podría recaudar tras la ultima subida de impuestos.
No hubo manera de saberlo. Sin embargo, al día siguiente, desde el
Ministerio de Economía, es de suponer que autorizado por el ministro
Luis de Guindos, en un texto redactado en inglés (rindiendo pleitesía a
quienes de verdad, mandan y deciden por nosotros) aparecía una cifra,
luego, por cierto corregida. Total: la secuencia que abre las puertas al
desconcierto: orden más contraorden igual a desorden. Está claro que el
Gobierno no habla con una sola voz, pero, en esta ocasión la
responsabilidad no es imputable a quienes dentro del Gabinete tienen la
encomienda especifica de la Comunicación. Me refiero a la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría, a la secretaria de Estado Carmen Martínez
Castro o a la directora general Consuelo Sánchez Vicente. Ni mucho
menos.
El mal, si se me permite esta expresión, es anterior y profundo.
En asuntos relacionados con la situación económica habría que buscarlo
en las diferencias de análisis y enfoque que enfrentan a los ministros
del ramo. Cuando la cosa va o viene de la política, para saber de donde
proceden las dudas, la tardanza en la toma de decisiones, el origen de
los tiempos muertos o las contradicciones, habría que fijarse en la
curiosa mezcla de prudencia y premiosidad que caracteriza al Presidente
del Gobierno. A este respecto, la tardanza en rectificar el
injustificado apoyo inicial del Partido Popular a la diputada Andrea
Fabra es muy revelador. En resumen: una cosa es comunicar mal y otra que
no sea de recibo lo que se pretende comunicar.