OPINIÓN/Víctor Gijón
jueves 18 de octubre de 2007, 12:43h
Vaya por delante que el proyecto para construir un edificio singular, con imagen de marca y diferenciador del entorno en el espacio de las Estaciones, me parece una idea muy a tener en cuenta en esta ciudad donde cualquier innovación es vista como una inspiración demoníaca. ¡Muera la modernidad! es el grito de guerra de un minoritario, pero activo, segmento de la sociedad santranderina.
El incomparable marco de la bahía, ese salitre marino ideológico y acomodaticio, parece haber penetrado hasta el fondo de los cerebros de algunos ciudadanos convirtiendo nuestras neuronas en arenisca que se lleva el viento. El sur, por supuesto. No es posible si no entender que, uno tras otro, nos hayamos cargado proyectos singulares, mientras miramos para otro lado cuando se levantan bodrios o se proyectan monumentos al feísmo. Deseo, por tanto, fervientemente, que el debate sobre la torre de las Estaciones, que el alcalde nos propone ahora y los socialistas visualizaron en el programa electoral de mayo pasado, gire en torno a sus propiedades arquitectónicas y su imbricación en el tejido urbano de la zona.
Sin embargo, y tras las primeras reacciones, comienza a embargarme el desánimo sobre un buen final para el proyecto. Para quienes no tienen memoria o una hemeroteca a mano les recordaré dos hechos que justifican mi pesimismo.
Hace cuatro años un golpe de mar se llevó por delante la Horadada, una imagen característica de nuestra bahía. El efecto de mar tiene esas cosas: no respeta el ‘mobiliario’ natural urbano. Desde el periódico de la derecha se organizó una campaña para dar una lección a la naturaleza. Había que reconstruir la Horadada tal como era antes del golpe de mar. Así se aprobó y el alcalde Piñeiro
Un segundo ejemplo. En 1992 un desgraciado accidente durante las obras de rehabilitación del Hotel Bahía terminó con éste convertido en un amasijo de cascotes. En 1995 se presentó un proyecto para un nuevo edificio, singular y llamativo, una especie de faro que debía elevarse por encima del entorno. El diario citado atizó la polémica y 50 santanderinos, los que insistentemente se expresaron en contra en cartas al director, le ganaron la batalla a 180.000. Armando Álvarez,
Así, mirando siempre hacia atrás, pasa los días y los años una minoría de nuestra ciudad que, eso sí, cuenta con altavoces importantes para imponer su falta de criterio. ¿Comprenden ahora porque no tengo demasiadas razones para el optimismo? puso el dinero sobre la mesa para llevar a cabo la restauración. Lamentablemente la naturaleza no se arredró y colocó en dificultades a los restauradores, que tras gastarse el presupuesto convinieron en el que el objetivo era imposible. propietario del Hotal Bahía, tomó venganza ante tal apabullante demostración de provincianismo hortera y botarate y mandó construir una réplica del Bahia caído. Más de lo mismo, medio siglo después.