viernes 29 de junio de 2012, 10:56h
Lo conseguido
por el europeísmo tras la Segunda Guerra Mundial es mucho. Lo primero la
reconciliación, la reconstrucción y la integración paulatina, hasta los
actuales veintisiete Estados de la Unión. Más de medio siglo de paz y
prosperidad. Pero las instituciones humanas -a pesar de su inspiración inicial
democristiana- tienen imperfecciones. Las imperfecciones de la Unión Europea
han emergido espectacularmente con motivo de una grave crisis económica. Ahora
se echan de menos piezas necesarias para operar sistemáticamente: fiscalidad
común, tesoro único, sistema bancario unificado. Hay que hacer más Europa, pero
la situación es políticamente mala. Para
completar las instituciones europeas hay que igualar, recortar, rescatar. Son
actividades antipáticas que chocan con la nostalgia de un pasado en que las
soberanías nacionales lo podían todo, aunque provocasen catástrofes. Limitar la
soberanía de las naciones es tan antipático como bajar el sueldo a los
funcionarios o reducir las obras públicas. Por ello van surgiendo opiniones
contrarias a la moneda única -olvidando las devaluaciones y el descrédito de
las monedas nacionales de antaño- y hasta proyectos para acabar con el euro
desde la insularidad más absurda, afortunadamente no compartidos por USA.
La fatiga y el
desgaste de las instituciones comunes ya se observó, antes del escenario de
crisis, con el fracaso de la propuesta de una Constitución Europea. Pero ahora,
además de fatiga y desgaste institucional hay un pesimismo político. Por ello
se hace necesario un nuevo impulso que, guste más o menos, solo puede salir de
las naciones básicas que hace algunas décadas soñaban con la integración como
una meta ideal y ahora se muestran escépticas, cuando no desafectas, al ver que
Europa no es la panacea para curar todos sus males. Las grandes y estables
naciones de siempre son las que influyen las corrientes de opinión y los medios
con repercusión internacional en los que se modulan las políticas entrelazadas.
De las naciones debería nacer un espíritu de refundación, dando de lado a toda
tentación disgregadora cuyas consecuencias serían tan negativas para todos como
son los separatismos en el seno de cada Estado.
España es una
de esas naciones interesada en superar la crisis dentro de la Unión Europea,
tanto en lo económico y social como en lo político. No hace mucho, los niveles
europeos de libertad, seguridad y bienestar eran objetivos indiscutibles entre
nosotros. Hoy, cuando estos objetivos se tambalean, es necesario afianzarlos y
renovarlos. Para ello hay que reforzar, ante todo, la solidaridad interna de
los españoles. Como la de los alemanes, los franceses, los italianos, los
polacos, etc. Tenemos que ponernos de acuerdo con nosotros mismos en que
necesitamos ser mas Europa en la misma medida que necesitamos ser más España.
El euro no es solo una moneda sino el símbolo visible de una Unión que no
admite la dispersión económica ni política de su imagen hacia el exterior ni la
descomposición interna de los Estados-Nación en que se basa su arquitectura aún
incompleta.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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