martes 26 de junio de 2012, 12:55h
¿Es Joaquín Almunia "el gran provocador", un instrumento de la
conspiración europea y mundial -no me atrevo a decir judeo-masónica, que ya no
se lleva- contra España o, simplemente, dice lo que no queremos oír: el que
presta, manda? ¿Está teniendo el comisario europeo un comportamiento
impertinente en el exacto sentido de la palabra o sólo cumple su función? Nos
podemos quedar en ese debate, pero, qué quieren que les diga, a mi me parece,
como la mayoría de los que tenemos hoy, superficial, inútil, improductivo. La
crisis actual, permanente, reiterativa, espasmódica que estamos sufriendo es
mucho más que un problema económico, un enorme fracaso político y sólo en esa
dirección cabe criticar a Almunia y a lo que representa: una Europa que no sabe
cuáles son las causas reales de esta depresión y, lo que es mucho peor, qué hay
que hacer para acabar con ella.
Este guirigay de opiniones, reuniones, medidas y contramedidas,
auditorías, ataques a la deuda nacional, primas de riesgo desbocadas, etcétera,
lo único que hace es generar desconfianza y contribuir al caos en el que se
manejan como nadie los especuladores. Pero es responsabilidad de los políticos
acabar con todo eso. Tomar medidas, tener "un plan de negocio". El problema
económico tiene sus raíces en la falta de definición de políticas europeas
coherentes que el gobierno de la Unión ha sido incapaz de poner en marcha y
que, ahora, tampoco parece decidido a adoptar con urgencia y determinación.
Un problema político a nivel europeo y un problema político a nivel
nacional. En ambos casos, lo más grave es la impunidad del poder, la capacidad
de hacer cualquier cosa, legal o no, de errar por incompetencia o incapacidad sin
tener que dar ninguna explicación ni responder ante nadie de sus errores. Una
impunidad que no sólo protege a los políticos sino que sirve para que sus
decisiones amparen las conductas delictivas de otras personas o entidades, sean
financieras o de cualquier otro tipo. Los culpables de tantas operaciones que
están en las portadas de los medios de comunicación no son únicamente los que
las han cometido, sino los políticos que las han favorecido, ocultado y
protegido y los organismos reguladores o supervisores que han incumplido de la
A a la Z su obligación de vigilar.
Si los políticos incumplen el mandato popular de gobernar para todos, los
supervisores no supervisan y los órganos de regulación de los jueces andan en
sus míseras batallas en lugar de hacer que la máquina de la justicia funcione
con independencia, con eficiencia y, sobre todo, con justicia, el pronóstico es
el que hace Almunia: cumplan, ustedes y callen. Pero ¿quién le pedirá
responsabilidades a Almunia y a todos los almunias
europeos y nacionales que no saben, no quieren o no pueden arreglar esto, pero
que siguen en su puesto sin pensar en dimitir?