martes 12 de junio de 2012, 16:19h
Es sólo la Comunidad de Madrid, pero representa la esencia de los
recortes que nos van a caer en todas las autonomías, en todas las ciudades, en
todos los servicios. Sin duda hemos vivido por encima de nuestras posibilidades
durante demasiado tiempo -en gran parte a costa de la Europa que ahora no se
fía de nosotros- y tenemos más Universidades, más autovías, más polideportivos,
más auditorios por metro cuadrado que la mayor parte de Europa. También tenemos
17 defensores del Pueblo cuando tal vez con uno podría bastar y hacerlo igual
de bien que todos por separado y costar la mitad o menos. De hecho, la
defensora del Pueblo ha demostrado de largo que sabe, que no se casa con nadie,
que funciona y que atiende a los ciudadanos. Con uno, sobre todo si es bueno,
basta.
Pero ahora, en Madrid, la presidenta Esperanza Aguirre a la hora
de hacer recortes ha decidido que el defensor del Menor no es necesario y que
su labor la puede hacer igual la Fiscalía. Discrepo, aunque no valga de nada.
Como tampoco vale de nada el excelente trabajo realizado desde la creación de
esa figura por personas tan diferentes como Javier Urra, Pedro Núñez
Morgades o el hasta ahora defensor Arturo Canalda. Javier Urra, un
psicólogo con grandes dotes para la comunicación, metió el debate sobre los
derechos de los menores en los hogares de todos los ciudadanos a través de la
televisión y la radio. Núñez Morgades, un político eficiente, trabajó duro para
defender con rigor y seriedad esos derechos en todos los ámbitos. Arturo
Canalda, un abogado metido a político, con el conocimiento que da tener seis
hijos, ha puesto sobre la mesa, entre otros muchos temas, el debate de las
redes sociales. Todos han luchado con éxito por mejorar los derechos de los
niños y ninguno se ha casado con el Gobierno que les nombró o, incluso, ha
tenido enfrentamientos con él. Detrás de cada uno ha habido excelentes equipos
técnicos y de comunicación que ahora desperdiciaremos.
Noruega, seguida de Finlandia o Suecia, fue el primer país en crear esta
figura en 1981. Ukrania llegó a nombrar a un niño y una niña para el cargo. En
la Comunidad de Madrid, los derechos de
los más pequeños han estado mejor protegidos y la sociedad se ha concienciado
de un problema importante. ¿Qué va a pasar ahora con esos derechos? Pues que
van a sufrir mermas, al igual que surge con otros derechos fundamentales de los
ciudadanos, y que vamos a ser más reactivos. Al menos hasta que surja un
problema grave y entonces se alcen las voces airadas pidiendo mayor represión
legal. Los niños de Madrid tenían derecho a un defensor. Ahora se quedan sin
él. Y seguramente no habrá protestas políticas ni manifestaciones ni
indignación de ningún tipo. Al fin y al cabo, a quién le importa.