¿Para cuándo el rescate democrático?
martes 12 de junio de 2012, 12:51h
Al final va a resultar que la
lideresa tea party de la Puerta del Sol, la locuaz Esperanza Aguirre, se va a
convertir en el referente ideológico de Moncloa. Si a la presidenta madrileña
le sobran 64 de los 129 diputados de su Asamblea, al presidente Rajoy parece
que le sobran los 350 diputados del Congreso. Ni uno solo de sus señorías ha
tenido la suerte de asistir a una sesión plenaria en la que el presidente del Gobierno
les informe y recabe su parecer sobre las medidas más trascendentales que se
han tomado para dirigir y cambiar la vida de este país. Ni un solo debate en
Pleno extraordinario ha protagonizado Mariano Rajoy en torno a las subidas de
impuestos, a los recortes de 10.000 millones en sanidad y educación, a la
reducción del dinero para fomento del empleo, la investigación, la asistencia a
la dependencia...Esas medidas por las que ha recibido palmaditas en la espalda en
Bruselas y que han sacado a la calle en protestas a millones de españoles no
han sido comunicadas al Parlamento por el presidente del Gobierno. Sus
ministros bregaron, con mejor o peor fortuna, con los diputados y senadores
mientras su presidente parecía hacer la estatua junto a los leones de la
entrada principal del palacio de la Carrera de San Jerónimo. Ahora de nuevo rehuye al pleno del Congreso para comunicar y debatir la decisión más grave que
se ha tomado en la política económica española desde los pactos de la Moncloa:
la solicitud y consecución de un rescate de 100.000 millones de euros por el
Gobierno que preside para refinanciar la banca española.
Pese a su holgada mayoría
absoluta y a sus notables dotes oratorias Rajoy le tiene más miedo a un debate parlamentario que a un nublado. Por
ello se limita, ¡que remedio!, a contestar tres preguntas parlamentarias en
cada sesión de control en las que solo se expone a dos minutos y medio de
debate por persona que le interpela. Casi como si fuera un tertuliano más que
comenta lo que hacen sus ministros. El mayor de lo esperpentos en esta dinámica
se produjo el sábado pasado cuando el ministro de Economía, Luis de Guindos, se
apresuraba a justificar la importante y decisiva "colaboración" de Mariano
Rajoy para logra "el éxito" del rescate. Fue inmediatamente después de aquella
declaración soberbia de:"quien está en el eurogrupo soy yo, no Rajoy". Como si
no fuera un mandado del presidente que le nombró. El presidente del Gobierno
parece tener grabado como ejemplo de lo que nunca se va a atrever a hacer
aquella sesión plenaria del 10 de Mayo de 2010 en la que José Luis Rodríguez
Zapatero cavó su tumba política al anunciar en la Cámara lo que el PP de
entonces calificó como "los recortes sociales más graves de la historia de la
democracia": congelación de pensiones, rebaja del sueldo de los funcionarios y
anuncio del retraso en la edad de jubilación. Tampoco imitará a su admirado
David Cameron cuando nada más ser elegido comunicó a la Cámara de los Comunes
los durísimos recortes que adoptó para intentar salir de la crisis económica. A
Rajoy no le pillarán nunca en una de estas. Y en algo parece llevar razón: tras
las dos únicas ruedas de prensa que ha ofrecido la prima de riesgo se ha
disparado al alza. (La última comparecencia en Moncloa no en Génova, a
regañadientes y con una cuidada escenografía a lo Barak Obama o Vladimir Putin).
Aunque de vez en cuando debe
aceptar un largo debate parlamentario tras cada Consejo Europeo. Miedo da, no vaya a cambiar la costumbre y
decida, por ejemplo, que sea el ministro de Exteriores o el de Economía quienes
comparezcan en las comisiones parlamentarias correspondientes para dar cuenta
de lo que pasa cada vez que se reúnen los jefes de Estado y de Gobierno en
Bruselas. La disculpa podría ser fácil: el presidente ya habla en Bruselas
después de cada cumbre. ¿Quién da más?
Tan peligrosa como la huida
parlamentaria del presidente es la aversión de su grupo a que el Congreso pueda
fiscalizar la actitud de los responsables de las instituciones o de los
escándalos político-económicos que preocupan a los ciudadanos. El PP está
impidiendo que el presidente del Tribunal Supremo de explicaciones a los
representantes populares de sus desvaríos con el dinero público para financiar
sus particulares lujos. El mismo partido aconsejó al anterior subgobernador del
Banco de España, Francisco Javier Aríztegui, que no dijera ni una palabra -y
así lo hizo- sobre Bankia en su reciente comparecencia ante la subcomisión del
Congreso sobre el FROB. Y eso que fue a puerta cerrada. Y es el partido del
Gobierno, en fin, quien está impidiendo que se expliquen ante los diputados los
responsables del agujero y fiasco monumental de Bankia, ya sea en
comparecencias ante la Comisión de Economía ya sea en Comisión de
Investigación.
Si todos los Gobierno
anteriores intentaron evitar al máximo
los controles parlamentarios durante sus mandatos, el de Mariano Rajoy está
batiendo todos los records en los escasos seis meses que lleva gobernando. Parece
que solo le interesa el Parlamento para aprobar sus decretos leyes de cada
viernes y los presupuestos de cada año.
Aunque no soy de los que piensan
que el rescate europeo de los 100.000 millones sea ninguna victoria para los
ciudadanos de este país, es posible que sea la fórmula menos mala que se ha
podido encontrar para evitar que el pozo en el que estamos metidos se haga más
profundo. De lo que no tengo la mínima duda es que aún más necesario y urgente
que el rescate económico es un rescate democrático, para que los ciudadanos
ejerzan su derecho a conocer las explicaciones que necesitan a través del
Parlamento, que es la sede de la soberanía popular y en la que se miden todos
los líderes europeos. Pero me temo que solo la protesta en la calle y en las
redes sociales nos podrá rescatar.