Con todo lo que ha sucedido en este fin de semana en
el terreno económico, unos y otros, los participantes y los participados, los
actuantes y los actuados, los gobernantes y los gobernados están haciendo gala
de un variado armamento sintáctico.
Las palabras revelan, pero también las palabras ocultan.
Con el presidente
Zapatero la palabra crisis
no existía, quien la mentaba era un antipatriota, el sustantivo crisis sustentaba demasiado el pesimismo,
y había que atenuarlo con un sinónimo más tranquilizador: desaceleración. Negar la
realidad nos costó caro.
Ahora hay otro sustantivo que se quiere dulcificar: Rescate. Porque decir rescate es confesar que nos unimos al pelotón de los torpes, y hay
que evitar, si no el hecho, por lo menos la apariencia. La palabra rescate, unos
lo amortiguan con el adjetivo bancario, como si el único culpable de todo lo
que nos pasa fuera el sistema financiero. Pero hay otros que eliminan el
sustantivo rescate, porque también
sustenta demasiado el pesimismo y lo sustituyen con un sinónimo más
tranquilizador, al estilo de la desaceleración de Zapatero. No es un rescate, es
un préstamo bancario en condiciones muy favorables.
Aunque el sustantivo préstamo ha sido atemperado con el
adjetivo favorable, todo el mundo sabe lo que significa un préstamo. Es un dinero
que hay que devolver con intereses. ¿Quien va a devolver el dinero? Al parecer, los bancos que lo reciban. ¿Quién
va a pagar los intereses? Mucho nos tememos que seremos nosotros, con nuestros impuestos.
Por mucho que los adjetivos intenten minimizar la
dureza de los sustantivos, no hay más cera que la que arde, ni más dinero que
el que nos prestan. Con la prima de riesgo tan alta, España no puede pedir a
los mercados el dinero que necesita para salvar a la banca, porque los
intereses serían impagables y nos hundiríamos aún más en la recesión.
La salida propuesta ha sido la menos mala. No nos ha
tocado la lotería, ni nos ha visitado la Virgen de Lourdes. Como los mercados
están imposibles, Europa nos presta más barato, sí, pero nos presta. Como diría
la cuenta de la vieja: Al pagar, será el
llorar. Ahora solo falta saber, si por culpa del rescate que no es rescate,
vuelven a recortarnos más prestaciones o a subirnos más impuestos.
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