Se supone que un buen monarca se solidariza con su pueblo cuando corren tiempos difíciles. Es lo que no ha sucedido en Inglaterra con la reina Isabel II, que ha cerrado 4 días, casi nada, de fiestas continuas con ocasión del jubileo, a sus 60 años en el trono. Muchos de nuestros lectores creerán que somos demagogos por hablar de prioridad de gastos y criticar a un monarca que celebra algo así. Pero es una realidad que el pueblo británico, como tantos otros europeos, ha venido sufriendo duros recortes y medidas de austeridad a lo largo de estos años de crisis, incompatibles con la imagen servida por su reina, que ha hecho unas fiestas propias de un faraón o un líder absolutista de Corea del Norte o similares.
Por mucho que se haya hablado de moderación en los gastos, la imagen servida ha sido muy criticable. Entre tanto diamante de lujo incalculable, alfombras rojas, vestidos y trajes de etiqueta, su pueblo, y en general Europa, atraviesan momentos complicados como para estar casi una semana de fiestas. Hubo de todo: ceremonia religiosa con todas las galas disponibles, conciertos, desfiles, festejos... Lo dicho: ¿no podría haberse moderado la reina y su equipo monárquico en este contexto tan especial?