Defensa de la Universidad
martes 05 de junio de 2012, 16:11h
¿Saldremos de la crisis? A corto plazo, no porque no se puede. A largo
plazo, tal vez, si encontramos un modelo económico que no tenemos y una
economía productiva, si racionalizamos el Estado en su conjunto, si conseguimos
un sistema financiero solvente y si generamos las condiciones necesarias
-mercado laboral, eliminación de burocracia, acceso al crédito- para que los
emprendedores puedan crear empleo.
Pero, de verdad, no saldremos de la crisis si no ponemos en marcha un
sistema educativo de calidad donde prime el esfuerzo, la competencia y
autoridad del profesor, donde no se pueda aprobar ni pasar de nivel sin haber
cumplido las exigencias académicas suficientes y donde la escuela no sea un
aparcamiento sino un reto para aprender a aprender. España sólo saldrá de la
crisis si hacemos fuerte una Formación Profesional que aporte al mercado
laboral los técnicos especializados que necesitan la industria, los servicios, las
empresas. Sólo saldremos de la crisis si tenemos una Universidad competitiva
con las demás, exigente, de calidad, de alto poder investigador donde no lleguen
los que no están preparados, donde no quepan los que no estudian con esfuerzo,
y donde se prime la obtención de mejores rendimientos y se penalice a los vagos.
Sólo saldremos de la crisis con una I-D+ i que nos permita estar a la altura de
los países más desarrollados. En tiempos de crisis, la educación es una
inversión irrenunciable, la Universidad es un termómetro de futuro y la
innovación es una apuesta que asegura el desarrollo y el bienestar social.
Por eso hay que defender la Universidad. Pero no la que tenemos, otra muy
diferente. En España tenemos 79 Universidades, 29 privadas, 236 campus universitarios,
que imparten 2.400 titulaciones de grado -muchas sin demanda-, 2.800 másteres,
y todavía muchas licenciaturas para atender a cerca de 1.600.000 alumnos, que
tardan de media el doble de lo razonable en terminar sus carreras y que pagan
un 15 por ciento de lo que cuesta su matrícula, financiada por todos los
contribuyentes y de lo que se aprovechan especialmente los que tienen familias
con altos ingresos. Y muchos profesores que no cumplen su misión, pero que
tienen el puesto asegurado por falta de controles serios y objetivos.
Aunque ni forma profesionales ni dialoga con la sociedad para
adaptarse y dar respuesta a los retos
económicos y sociales de la crisis, cada día tiene más alumnos en carreras,
doctorados y másteres porque la selectividad es un coladero, porque cada año
rebaja sus niveles de exigencia y porque los que se quedan en paro siguen creyendo
-sólo es una verdad a medias- que la formación universitaria es una oportunidad
más para encontrar trabajo. La calidad de las Universidades mide la fortaleza
de un país. Por eso necesitamos otra Universidad. No basta con la excusa de Bolonia.
Hay que meter el bisturí en la Universidad y acabar con los males que hacen
imposible que muchos buenos profesores puedan hacer bien su labor.