Mariano Rajoy está recuperando el lugar que España
se merece en el seno de la Unión Europea y de la escena internacional. Los
contactos que el presidente del Gobierno ha mantenido en sus viajes han servido
para explicar las reformas que había emprendido en España y para garantizar la
condición de socio y aliado a países tan relevantes como Estados Unidos y
Alemania. Pero también a Francia, Italia y al resto de países europeos que
contemplaban a nuestro país como una amenaza para la estabilidad de sus
economías, de Europa y del Euro, y que ahora respiran con cierto alivio.
No es
sencillo conseguir el aprecio y la valoración internacional después de haberlos
perdidos pero la lista de contactos mantenidos por Rajoy es productiva: la
mejor la del barco con
Angela Merkel; la del anfitrión norteamericano, foto con
Barack Obama y petición al BCE para que compre deuda española y mención a
Madrid con visita a Washington antes del verano sin necesidad de rogar; la improvisada
con el premier británico,
David Cameron, con Gibraltar encima de la mesa; la
que está por llegar este miércoles en París con el nuevo presidente,
Francois
Hollande, donde hay que superar apreciaciones financieras discordantes y la que
representa volver al escalón europeo adecuado: la invitación del presidente del
Gobierno italiano,
Mario Monti, para participar en Roma en una cumbre sobre
crecimiento restringida en principio a Alemania, Francia e Italia. En las
relaciones internacionales nada es gratis. Hay que estar ahí y aportar lo
imprescindible para contar en los círculos de decisión. Es cierto que la Unión
Europea no puede dejar caer a España por las enormes repercusiones que tendría
para todos, pero hay que hacer los deberes internos con mucho esfuerzo y
sacrificio para volver a contar entre los grandes con reformas económicas y
soldados en Afganistán. También hay que evitar declaraciones extemporáneas de
los ministros, sobre todo del de Asuntos Exteriores. En este punto es vital la
labor de coordinación de la vicepresidenta mientras Rajoy está haciendo los
deberes en clave exterior porque el prestigio y la credibilidad cuesta
recuperarlos largas y engorrosas explicaciones y se pierden de un plumazo con
unas décimas de desviación del déficit de tres comunidades autónomas. Hasta el
punto de que es necesaria la auditoría externa de la banca española para que se
crean las cuentas.
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