Uno de los tesoros más importantes de
nuestra agricultura es el aceite de oliva. Alabado por los médicos de todo el
mundo como el gran protagonista de la dieta mediterránea, artífice del
bienestar y eficaz promotor de una vida cardiosaludable, el aceite de oliva ha
conquistado los mercados más insólitos.
Tanto
es así que hay países, como Brasil, Australia o Estados Unidos, que tienen un importante potencial de consumo
y han aumentado las producciones propias con nuevas plantaciones de olivos.
Están promocionando su propio aceite y
para ello, ponen trabas a las importaciones, mediante la implantación de
tasas, aumentos de aranceles o diversos controles que retardan la entrada de
nuestro aceite durante varios meses.
España no solamente es el máximo productor mundial
de aceite de oliva, también es el líder mundial de exportación, con 829.000 toneladas anuales vendidas a otros
países. Pero desgraciadamente, la mitad de estas toneladas son graneles que van
a Italia, donde son envasados bajo marcas italianas.
Estamos
con el problema de siempre. La marca Italia se vende mejor y a mayor precio que
la marca España. Si a esto se añaden los problemas que tenemos en la exportación
y el aumento de producción debido a las excelentes cosechas, no es de extrañar
que haya mucho aceite de oliva almacenado para detener una caída de los
precios.
Urge una
apuesta por la calidad. Nuestro aceite de oliva es diferente y mejor. Nadie
puede presumir de tener el olivo más antiguo del mundo, el Besavi, con
2000 años de edad, que se encuentra en el Parque Temático del Aceite de Borges
Blanques en Lleida. Y nadie puede
ofrecer al mercado un aceite único en el mundo, el Aceite de Olivos Milenarios,
procedente del Bajo Maestrazgo, en Castellón de la Plana, donde se han censado
4.000 olivos con más de mil años de antigüedad.
Valorar nuestro aceite es una hermosa forma de hacer patria.
Ahí tenemos el ejemplo uno de nuestros cocineros más internacionales, José Andrés, que triunfa en Norteamérica con
la dieta mediterránea y que ha deleitado a Michelle Obama y a las esposas de los líderes del G-8 con una
muestra de aceite de oliva caramelizado y un suculento gazpacho.
Ya que lo tenemos, y otros países lo envidian, comencemos el
día, con una tostada con aceite de oliva. Nuestro paladar lo disfrutará y
nuestro corazón nos lo agradecerá. Con aceite de oliva, la vida marcha mejor.