Moncloa, tenemos un problema
jueves 17 de mayo de 2012, 16:14h
Esto es como El grito de Munch...
o peor. ¿Cuántas reformas estructurales tenemos que hacer, qué ajustes
fiscales, cuántos harakiris en el
sector financiero, cuántas rebajas de sueldos o de pensiones, qué bajada del
déficit, que aumentos de impuestos hay que aprobar para salir del agujero negro
en el que estamos, para que la Bolsa no esté por debajo de la suela de los
zapatos o para que la prima de riesgo no vuele hasta el cielo? ¿Quién es el
interlocutor, quién puede poner freno a la sangría?
La sensación de pérdida de confianza es general y corremos un grave
riesgo. Creo que no tanto por razones objetivas como por lo que parece que pasa
o lo que están haciendo que parezca que pasa. No es que haga demasiado frío,
que lo hace, sino que la sensación térmica es de un ambiente congelado. Y lo
que parece también es que los políticos son incapaces de lograr acuerdos, de
sentarse en una mesa, de transmitir una posición común, sensata, coherente,
coordinada. Falta un programa global, completo de lo que hay que hacer -de lo
que se va a hacer- a medio o largo plazo en todos los ámbitos. Y falta explicarlo
a la opinión pública, a las instituciones europeas, a los mercados, a los
inversores. Sin confianza y sometidos permanentemente a la espada de Damocles
de las exigencias exteriores, ni este país ni ningún otro se salva.
España parece una marioneta en manos de una sombra. Y los ciudadanos no
entienden nada, pero empiezan a tener miedo. Y eso es lo peor que puede pasar.
No es tiempo de menos Europa, sino de más Europa y no se si lo es de más
Estado, pero sí de política. La política de la coherencia, de la cohesión, del
interés general frente a los intereses de partido. Tocan a rebato porque
tenemos un problema excepcional al que no sabemos cómo hincarle el diente. O
mejor, aunque sepamos cómo hincarle el diente, parece que no nos queda tiempo
para hacerlo. Lo dicho: Moncloa, tenemos un problema. Podemos seguir
comportándonos como si no pasara nada. O, por el contrario, el presidente
podría llamar a los líderes políticos para cerrar un frente común y salir a
hablar a los ciudadanos para transmitir confianza antes de que la desconfianza
sea lo único que nos quede en los bolsillos.