lunes 14 de mayo de 2012, 12:01h
Hace unos días, el ministro de asuntos exteriores, al ser preguntado
por las nacionalizaciones de empresas españolas en Latinoamérica,
contestaba que el gobierno había hecho todo lo que podía hacer, y
terminaba preguntándose retóricamente: «¿cuál hubiera sido una respuesta
contundente contra Argentina? ¿Mandar al ejército?». La verdad es que
yo entiendo muy bien la ironía del ministro. Entiendo bien que no
enviemos nuestras tropas a Argentina, es más, me opondría con todas mis
fuerzas si alguien pretendiera enviarlas.
«¿Mandar al ejército?», ¡qué ocurrencia! Parece un chiste. ¿Pero por
qué lo menciona el ministro? ¿No será porque hay una parte de su
electorado que fantasea con ese tipo de ideas? ¿No será porque hay una
parte de la derecha que se sueña la verdadera depositaria de las esencia
patrias? La que dice que es capaz de hacer respetar a España en el
mundo entero. Claro que hay gente así, y el ministro lo sabe, hace un
chiste, pero la verdad es que algo así fue lo que hizo Thatcher hace
treinta años. A ella no le importó derramar la sangre de un buen número
de jóvenes de su país, y por supuesto de argentinos, para recuperar un
trozo de terreno en mitad del Atlántico. Una acción así me parecería un
error, un crimen, algo completamente rechazable, pero nunca un chiste.
Hay una parte del electorado de la derecha convencida de que quizá el
gobierno argentino no hubiera hecho lo mismo con British Petroleum que
lo que ha hecho con Repsol.
Esa parte del electorado, por amor a la patria, está dispuesta a
sacrificar las becas, la educación, la sanidad, las pensiones, a
desmantelar el Estado del Bienestar y entregárselo al capital privado. Y
todo ello a cambio de que nos gobierne un partido capaz de dar una
respuesta contundente cuando los supuestos y sagrados intereses
nacionales están en cuestión. A cambio de que nos gobierne un partido
que sienta que le estalla el pecho al ver la bandera y escuchar el
himno. Y, sin embargo, en la práctica, el resultado de la gestión de la
derecha es el mismo con Gibraltar que con Repsol, con la soberanía sobre
la tierra que con los intereses económicos: un ministro razonable que
te dice que una cosa es que a uno pueda inflamársele el corazón con el
ondear de la bandera, y otra cosa muy distinta es que te maten al hijo
en la serranía de Vaca Muerta en Argentina o en Gibraltar.
Creo que va siendo hora de que, desde la izquierda, empecemos a
decirle a esos electores que votan a la derecha por un sentimiento
patriótico, que el nacionalismo suele usar la bandera como un capote,
que el amor a la patria se demuestra pagando los impuestos, en lugar de
evadiendo los capitales. Deberíamos decirles que la patria es un lugar
en el que se vive libre, en el que los ciudadanos tienen garantizada la
educación, la sanidad y la solidaridad en la vejez o en el infortunio.