De lo de Bankia y otras cajas, ¿nadie sabía nada?
viernes 11 de mayo de 2012, 16:14h
Dudo mucho que exista una verdadera inquietud
entre los que tienen depositados sus ahorrillos en Bankia, la antigua y,
por qué no decirlo, casi entrañable Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Madrid. La gente de la cartilla, la del préstamo, la del talonario y
las domiciliaciones de los recibos de agua o la luz, estoy seguro que
las turbulencias de los últimos días no les atemorizan demasiado aunque
siguen posiblemente interesadas y expectantes la aventura de la
intervención o nacionalización o como se llame técnicamente de su
entidad de toda la vida. Otra cosa es que si un informativo les pone un
micrófono delante se sientan en la obligación de expresar un cierto
temor ante unos titulares -y unas realidades- que van creando una
especie de psicosis de inestabilidad. Por eso es bueno que los políticos
tranquilicen al ciudadano y nos expliquen que, a día de hoy, el
corralito argentino ni nos está rondando ni se le espera. Un temor más
justificado lo pueden tener los accionistas, pero ya se sabe que la
Bolsa es un mercado de riesgo y que, por tanto, se cuenta con la
posibilidad de ganar unos euros pero también de perderlos.
La pregunta que nos hacemos todos es cómo se ha llegado hasta
aquí. Lo que no se entiende es que si Hacienda sabe -en estas fechas lo
notamos más- hasta los ingresos más insignificantes que podamos haber
tenido cada uno de los españoles durante el pasado año, cómo es posible
que nada menos que Caja Madrid, hoy Bankia, y otras muchas cajas, y no
precisamente pequeñas, fueran acumulando agujeros de una envergadura tan
importante sin que ningún organismo, el Banco de España el primero y
los sucesivos gobiernos después, parasen mucho antes esa serie de
disparates en la mayoría de los casos producto de servidumbres políticas
inconfesables. La gente se pregunta que si en los consejos de
administración de la cajas había representantes de todo -y
magníficamente pagados- desde los gobiernos autonómicos de turno a
sindicalistas que hoy protestan airadamente contra el salvamento de
algunas cajas con el dinero de todos, la gente se pregunta, insisto,
cómo es que esos políticos o esos sindicalistas no solo no denunciaron
los despilfarros y los chanchullos sino que siguieron sentados ocupando
su bien remunerado puesto mientras el dinero de los ahorradores se
destinaba a proyectos descabellados o a financiar frivolidades inútiles.
Naturalmente que el aun Gobernador del Banco de España debería dar
una explicación al menos al Congreso y dimitir inmediatamente después,
pero también tendrían que hacerlo los que se sentaban en el Consejo de
Administración y no se enteraban de nada, lo cual resulta desolador y
dejan con el trasero al aire a quienes les colocaban ahí, o bien se han
hecho cómplices de desastre general, denominando así lo que si se
tratara de una banco privado, podría calificarse de estafa y hasta
llegar a los tribunales. Pero como con la cajas hemos topado, nadie va a
pedir cuentas a nadie porque los partidos, que todo lo pueden, tienen
muchísimo interés en tapar lo que sin dudad es un escándalo se mire por
donde se mire. Aquí nadie entona el mea culpa y si no son capaces de
reconocer los errores, cómo pedirles lo que el sentido común aconseja
aunque la ley no lo contemple: pague usted sus equivocaciones y devuelva
al menos parte de lo que se ha llevado en bonus, dietas, sueldos a
todas luces mal pagados y demás prebendas por ocupar un puesto que,
seguramente, nunca debió ocupar.