La presidenta argentina Cristina Fernández
de Kirschner vuelve a poner a España en el punto de mira. Después de la
expropiación de YPF, después de la abultada multa a Telefónica, ahora sale con
las restricciones comerciales de productos alimenticios. Y ha cerrado las
fronteras al jamón ibérico.
Prohibir a toda una nación una delicia
gastronómica como el jamón ibérico es un crimen para el paladar. Pero así son
las reglas de su juego, así es su chocante forma de gobernar, siempre abusando
de la demagogia, siempre huyendo hacia adelante. Cada vez que sale denostada en
la prensa europea, la presidenta argentina gana adeptos entre los suyos, juega
al efectismo, lo alimenta, y su equipo de asesores potencia una aureola de
estadista sin más méritos que la fanfarria.
Cristina Fernández de Kirschner se ha
enredado en una pirotecnia de prohibiciones y de proteccionismo, que utiliza
como un camuflaje perverso para ocultar los auténticos males que sufre
Argentina desde tiempos inmemoriales.
Argentina es un país inmensamente rico,
que no ha podido crecer y desarrollarse económicamente, a causa de unos gobernantes
ineficaces, en el mejor de los casos, cuando no corruptos y malversadores. La
economía mundial está globalizada y ya no se pueden poner puertas al campo. Si continúa cerrando sus puertas a los
productos de afuera, la presidenta argentina se arriesga a encontrar las
puertas cerradas a sus exportaciones, y esa batalla no la podrá ganar. La política del arancel por el arancel es
peligrosa, y aunque al principio pueda dar un cierta popularidad, tarde o
temprano acabará estallando como una bomba con espoleta retardada.
Si tanto le disgusta el jamón ibérico,
le invitaríamos a probar la cecina leonesa, aunque mucho me temo que nos
respondería que Argentina tiene el vacuno mejor del mundo y que León no es
nadie para darle lecciones. En este cúmulo de despropósitos no nos extrañaría
nada que mañana, esta increíble mujer saliera diciendo que el jamón argentino
es mucho más sabroso que el ibérico.
El patrioterismo a ultranza se apunta a
estas maniobras de distracción. Mientras los argentinos piensan en que su
presidenta con sus gestos provocativos
le está dando una lección al mundo, se olvidan que tienen detrás a un político que
le esta birlando la cartera.
Mientras los argentinos han quedado
castigados sin jamón, nosotros se lo venderemos a los chinos que nos lo quitan
de las manos.
Y en fin, señora presidenta, si no quiere nuestro jamón, usted se lo
pierde. Con su pan -sin jamón- se lo coma.