En estos tiempos tan
azarosos, los valores de siempre quedan sometidos a la dictadura económica y
financiera, y se imponen las viejas
verdades quevedescas: "Poderoso caballero
es don Dinero" A causa de su poder,
este caballero sin piedad se carga a todo el mundo. A Rodrigo Rato lo han
puesto en la calle, ya no es el presidente de Bankia. ¿Qué va a pasar con
Bankia? Ya veremos, cualquier tipo de elucubración entra en el
campo de las adivinaciones. Lo importante es comprender que el dinero es un tirano
exigente que no perdona ni un fallo.
Caja Madrid tenía problemas con el
ladrillo y para no estar sola, se unió con otras cajas y bancos que también lo
tenían. Cometió el mismo pecado que cometieron muchos, apostar por unos activos
que ayer eran rentables y ahora son tóxicos, el pecado de crecer a base de
deudas. Eso mismo es lo que hicieron
muchas instituciones y muchos particulares en las vacas gordas. ¿Para qué
hipotecarse por un piso, cuando el banco nos ofrecía dos o tres hipotecas para
tener más y más y más? La gente, y los
bancos primero, pedían créditos para ser más ricos. No eran unos créditos
cualquiera, eran créditos que se revalorizaban solos. Hasta que el crédito que
se revalorizaba solo, dio marcha atrás y se convirtió en un crédito que se
devaluaba solo. Lo que antes producía dinero se transformó en todo lo
contrario, una deuda que crecía porque se alimentaba a sí misma. ¿Cómo pagar lo
mucho que se debe? ¿Con otra deuda? La deuda no se disminuye endeudándose más.
A no ser que venga un generoso mecenas, llamado Estado, y nos salve de la
quema.
Así ha sucedido. Habrá dinero público
para Bankia. Pero en todo ajuste de
cuentas, hay una cabeza cortada, y esa es la del
Rodrigo Rato, aquel brillantísimo
ministro de Economía en la presidencia de
Aznar, que se ha convertido hoy en
el malo de la película, por culpa de una
crisis que pone a todo el mundo en su sitio.
Muchos de sus enemigos le estarán
recordando que la venganza es un plato que se toma frío. Y muchos de sus amigos
estarán lamentando la pérdida de un gran político que sucumbió por los avatares de una desquiciada economía
que nadie acaba de entender y menos aún de poner remedio.
Al final, acude el sabio de
Quevedo y
nos recuerda que aquí y ahora el que tiene la sartén por el mango y el mango
también, es un poderoso caballero que se
llama Don Dinero. El que lo cuide, lo
fortalezca y lo haga crecer, sale de la crisis con la aureola del vencedor. El
que lo malgaste o lo despilfarre se precipita al vacío. Se llame Rodrigo o se
llame Rato.
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