Las inquietudes del presidente Rajoy
lunes 07 de mayo de 2012, 08:47h
En la vida no hay caminos de vuelta. Decía Margarite Yourcenar que
llegamos vírgenes a todos los acontecimientos de la vida. Cuando creemos
que venimos de vuelta de todas las cosas, de repente nos encontramos en
mitad de un laberinto. Nos cambia la cara. Primero es de sorpresa:
«¿qué hace este árbol aquí?». Inmediatamente viene la cara de
perplejidad, que denota una contradicción puramente intelectual, uno se
empieza a sentir confuso: «si este árbol está aquí, entonces es que
hemos estado andando en círculo». Pronto vienen los poderosos
sentimientos: la angustia, el miedo. Sucede cuando descubres que ya no
controlas, que los acontecimientos han escapado a tu comprensión y a tu
voluntad, y te dices: «¿qué me va a pasar ahora?».
Eso último es precisamente lo que está empezando a sentir el
presidente Rajoy. Él mismo lo confesaba el pasado jueves en el Consejo
de Estado. Esa intranquilidad a la que hacía referencia nace de la
constatación de que las cosas no están yendo como esperaba. Y es aquí
donde he de confesar mi propia perplejidad. Yo estaba convencido de que
cuando la derecha política y mediática acusaban al presidente Rodríguez
Zapatero de ser la causa última de la crisis de nuestro país era pura
propaganda. Es decir, una información conscientemente sesgada con el
objetivo de vender un producto. Un producto que también era publicitado
de manera exageradamente sesgada: el milagro Rajoy.
Al ver cada miércoles la cara del presidente Rajoy en el Hemiciclo,
empecé a sentir una extraña empatía. Cuando subió la prima de riesgo por
primera vez desde que tomó posesión, la cara del presidente Rajoy era
de sorpresa, no se lo podía creer. Luego vino la cara de perplejidad, y
el presidente Rajoy parecía decirse: «se suponía que mi sola presencia
en el Palacio de la Moncloa debía dar confianza a los mercados, y no».
Él estaba perplejo, pero yo también. Me decía a mí mismo: «no puede ser
verdad que se creyera su propaganda». El siguiente paso fue el de
recortar derechos laborales, ahí sus predicciones sí se cumplieron en
parte, tuvo su huelga general. Sin embargo, los mercados no se lo
agradecieron, y creció la desconfianza hacia nuestro país; para
calmarlos les ofreció unos presupuestos muy dolorosos para la gente,
pero nada. Recortó en sanidad y educación, y tampoco. La cara del
presidente Rajoy es cada vez de mayor intranquilidad, y yo siento lo
mismo al verlo. Ambos sabemos que él creyó su propaganda y ahora no sabe
qué hacer.
Hannah Arendt distinguía entre la vieja y la nueva mentira en
política. Antiguamente la mentira escondía la verdad, que seguía
existiendo, aunque oculta. En la política moderna la mentira sustituye a
la verdad, que desparece para siempre y es como si nunca hubiera
existido. El que oculta la verdad a todo el mundo, paradójicamente sigue
siendo el último guardián de esa verdad. El que se cree su propio
engaño, ha destruido la verdad para siempre, y él mismo está perdido.