¿Por qué la mayoría absoluta no es suficiente para gobernar?
viernes 27 de abril de 2012, 07:39h
El Presidente de Gobierno, Mariano
Rajoy, tiene razón cuando afirma que un Ejecutivo con el apoyo de la mayoría
absoluta en el Congreso, como sucede en España, ofrece una estabilidad de
gestión gubernamental mucho mayor que la mayoría de los otros países europeos.
Sólo hay que hacer dos observaciones a esa idea. La primera es que no es lo
mismo gobernar en tiempos normales que en medio de una profunda crisis
socioeconómica, donde el peso de la institucionalidad se hace más relativo. La
segunda es que la gestión de Gobierno, con o sin mayoría absoluta de respaldo,
tiene límites claros en una democracia representativa.
En el plano jurídico, el límite primero parte
del precepto de que el Gobierno no está por encima de la Constitución y las
leyes. Por eso, cuando se estima que un Gobierno está lesionándolas, es
legítimo acudir al Tribunal Constitucional para que estudie si la acción se
sitúa dentro de las reglas básicas del juego. Pero también es necesario tener
claro que el propio Gobierno no puede emitir normativa permisiva para sus
acciones. Por ello estoy de acuerdo con el editorial de El País de este jueves
cuando, al hablar de los cambios en el sector salud, señala: "Resulta difícilmente explicable que el
Gobierno haya utilizado un real decreto presentado como una batería de medidas
de ahorro para acometer un cambio de tal profundidad". Abusar de la vía del
decreto comienza a desbordar las legítimas competencias del Ejecutivo para
ejercer el gobierno. Y ello independientemente de la mayoría parlamentaria que se
tenga.
Por otra parte, sobre
todo en el contexto de una profunda crisis como la actual, la estabilidad que
proporciona el respaldo de una mayoría parlamentaria absoluta también estrecha
sus límites. Entre otras razones, porque la estabilidad no sólo depende de un
buen funcionamiento institucional o de un respaldo parlamentario abundante,
sino también de una suficiente gobernabilidad del país desde los gobernados. No
es frecuente tener una apreciable fortaleza institucional y sin embargo una
relación difícil con la ciudadanía gobernada, pero sucede a veces. Y tal como
indican las encuestas y se refleja en los hechos de la calle, esta podría ser
una de ellas. La movilización social va en aumento y las fechas que tenemos por
delante pueden acrecentar esa percepción.
Es cierto que el
apoyo ampliamente mayoritario en las elecciones es la base de legitimidad de
Gobierno, pero es falso que ello sea un cheque en blanco para gobernar y
también lo es que sea indeleble en el tiempo. Si el Gobierno se basa únicamente
en la legitimidad de partida, podemos dirigirnos hacia un quiebre de la
gobernabilidad difícilmente superable. El mantenimiento de la buena relación
entre gobernantes y gobernados es algo que debe recrearse en el tiempo a partir
de la legitimidad institucional establecida. Claro, se puede argumentar que esa
recreación se complica cuando hay que tomar medidas de ajuste que suelen ser
impopulares. Algo que es completamente cierto. Pero eso no significa que hay
que poner menos atención en la opinión pública y ciudadana. Todo lo contrario,
hay que poner más atención en buscar la forma de explicar más y mejor las
razones de las duras medidas que es necesario tomar, así como buscar el
consenso con las principales fuerzas políticas, evitando una unilateralidad
autista o soberbia. En suma, tener la mayoría absoluta en el Congreso no es
garantía para poder hacer un buen gobierno. Y habrá que esperar que no se
convierta en un desafortunado espejismo en la mirada del Presidente de
Gobierno.