Mucho más de 20 euros
jueves 26 de abril de 2012, 08:02h
En la España de la crisis y la pobreza cada
día es más profunda la brecha que separa no sólo a los ricos de los pobres,
sino a los problemas de las soluciones. Y uno de los asuntos más recurrentes en
la triste actualidad es el desahucio de personas que pierden su vivienda al no
poder pagar la hipoteca y, además, con la entrega de la casa no saldan la deuda
sino que aún quedan dependiendo de la entidad financiera que con tanta alegría,
y con escasas garantías, les ofreció un préstamo en aquellos días que
aparentaban ser de vino y rosas, y que hoy son de atormentada e infeliz
memoria.
De las mil historias de esta España
terrible, vamos a resumir una que expone, en todas sus dimensiones, lo injusta
que es a veces la Justicia cuando cierra los ojos ante la crudeza de la vida.
Una mujer de 76 años, desahuciada de su vivienda de Níjar (Almería), se
encadenó a las puertas de una sucursal bancaria en señal de protesta, y por
este gesto de rebeldía ha sido condenada a pagar una multa diaria de dos euros
durante diez días...; una humillación que tiene un precio de veinte euros... La
señora ni agredió a empleados, ni amenazó a clientes, ni quemó contenedores, ni
apedreó los cristales de la sucursal, ni selló con silicona las cerraduras, ni
hizo pintadas en contra de la oligarquía o de los mercados, sino que,
sencillamente, hizo lo que pensaba que debería hacer: encadenarse pacíficamente
para que su problema, que es de decenas de miles de españoles, fuese conocido y
compartido por los demás. Además la desgracia de Ángeles Belmonte, que así se
llama esta mujer almeriense, está relacionada con un hecho que es una
obligación moral: avalar a uno de sus hijos que había contraído unas deudas y,
al no poder ser cobradas, ejecutaron el aval y se quedó sin techo.
Ya sabemos que quien presta dinero tiene
derecho a recuperarlo, y si lo hace una entidad financiera tiene no sólo el
derecho sino la obligación, porque el dinero no es del presidente del Banco
sino de los accionistas y de los impositores. También sabemos que es un tópico
dividir el mundo en banqueros (ladrones) y en usuarios de la Banca (víctimas),
porque de todo hay en la viña del Señor. Pero le escena de la mujer almeriense,
enlutada y encadenada, sacando fuerzas de flaqueza para un gesto de rebeldía,
es conmovedora. Ya sabemos que nos es única, que por desgracia puede haber
muchas más. Pero hoy doña Ángeles Belmonte, condenada a pagar veinte euros de
multa de su pobre pensión, es, al lado de las muchas Ángeles Belmonte que hay
en España, nuestra invitada a la crónica de los protagonistas de la lucha y de
la vida.