El
día 22 de abril de 1970, el senador norteamericano y activista ambiental
Gaylord Nelson decidió aumentar su preocupación ante la labor de predador del
Medio Ambiente que los humanos causamos al Planeta Tierra.
Movilizó
al alumnado de dos mil universidades, diez mil escuelas primarias y secundarias
y a centenares de comunidades norteamericanas, para que le apoyaran en sus
ideas innovadoras con el fin de crear una concienciación general de sus preocupaciones
sobre la superpoblación de la
Humanidad y los problemas que causaría por la falta de alimentos; el aumento de
la contaminación, de la conservación de la biodiversidad, la escasez de agua
potable pues de toda la existente es potable solamente el 2%; y demás problemas
ambientales, que podrían perjudicar al Medio Ambiente, y que en su preclara
visión, era necesario proteger.
Le
pidió apoyo para su propuesta al Gobierno de Estados Unidos de crear una
Agencia que se preocupara de salvar la Tierra.
Su
propuesta tuvo éxito y se creó la Environmental Protectión Agency (Agencia de
Protección Ambiental), que lanzó la primera legislación de leyes sobre la
relación de los seres humanos y la Naturaleza.
Desde
entonces en 1970, el Día de la Tierra es una fiesta que se celebra en muchos
países y tiene la característica especial que le dio su creador. Es una
conmemoración eminentemente popular, de los ciudadanos, sin vinculaciones
gubernamentales, políticas, religiosas, ideológicas, ni raciales. Las personas toman
conciencia de los recursos naturales y
de la educación ambiental. Hacen un canto a la vida y gozan contemplando la
belleza de nuestro amanecer y del ocaso solar. La inmensidad de nuestros mares
y océanos. La impresionante visión de nuestras montañas con nieves en sus
cumbres. Recargan sus baterías vitales para continuar otro año haciendo
positivas acciones ecológicas.
Las
Naciones Unidas celebran el día de la Tierra anualmente en el primer equinoccio
del año (alrededor del 21 de marzo). El 26 de febrero de 1971, el secretario
general Maha Thray Sithu U Thant
firmó una proclamación a ese efecto. Al momento del equinoccio suena la Campana de la Paz en la sede central de la ONU
en Nueva York.
En
el año 1992 surgió en Italia una singular propuesta a Naciones Unidas. Un
inteligente millonario italiano, Aurelio Peccei nacido en Turín en 1908 y
fallecido en Roma el 14 de marzo de 1984, combatió en la Segunda Guerra Mundial
y fue hecho prisionero durante un año. Después de la Guerra formó parte del Comité
de dirección de la Compañía Fiat y tuvo cargos directivos en la empresa
Olivetti.
Quizás
cansado de ganar dinero, en 1968 fundó el Club de Roma, integrando a
científicos, humanistas y planificadores. En la primera reunión convocada
hablaron del mundo y concretaron dos
preocupaciones: primero tratar de comprender por qué en este apogeo de poder,
conocimientos y medios, la humanidad está en un trance difícil, cada año más
intratable. También quisieron entender las causas de la brecha entre los
problemas y la sociedad y que se debe hacer para reducir la sima. Peccei se
dedicó a redactar tres informes para el Club: Los límites del crecimiento (LTG
1972) que fue publicado por Donella Meadoms con el título "Informe sobre los
límites del desarrollo" y entregado a Naciones Unidas; otro sobre la Calidad
Humana (1977) y el Manifiesto para la supervivencia.
Los
límites del crecimiento LTG propugnaban una profunda innovación social a través
del cambio tecnológico, cultural e institucional para evitar un aumento de la
huella ecológica de la humanidad que superara la carga del Planeta Tierra. El
efecto que LTG causó en Naciones Unidas fue grande y en ese mismo año 1972
realizaron la Cumbre titulada la "Declaración de Naciones Unidas sobre el Medio
Humano", reunidos en Estocolmo del 5 al 16 de junio de 1972 (ONU, DOC A/CONF,
48/14/Rev.1). Fueron dados a conocer sus 26 principios.
Durante
veinte años, hasta 1992, Naciones Unidas estudiaron la anterior Declaración,
que transformaron con el título "Declaración de Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, 7 de mayo de 1992). (A conf. 15/5, de
7 de mayo 1992). Fue dada a conocer al mundo por dos mil periodistas.
En
su Preámbulo y en sus tres primeros artículos dice así:
La
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo,
HABIÉNDOSE REUNIDO en Río de Janeiro del 3 al 14 de junio de 1992.
REAFIRMANDO
la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano,
aprobada en Estocolmo el 16 de junio de 1972, y tratando de basarse en ella,
CON
EL OBJETIVO DE establecer una alianza mundial nueva y equitativa mediante la
creación de nuevos niveles de cooperación entre los Estados, los sectores
claves de las sociedades y las personas,
PROCURANDO
ALCANZAR acuerdos internacionales en los que se representen los intereses de
todos y se proteja la integridad del sistema ambiental y de desarrollo mundial,
RECONOCIENDO
la naturaleza integral e interdependiente de la Tierra, nuestro hogar.
PROCLAMA
QUE:
Principio 1. Los seres humanos constituyen el centro de las
preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una
vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.
Principio 2. De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y
los principios del derecho internacional, los Estados tienen el derecho
soberano de aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas
ambientales y de desarrollo, y la responsabilidad de velar porque las
actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control no causen
daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los
límites de la jurisdicción nacional.
Principio 3. El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal
que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de
las generaciones presentes y futuras.
Con
lo señalado en las anteriores páginas, quiero destacar que sin la iniciativa
individual y de innovación de personas civiles como el senador norteamericano
Gaylord Anton Nelson en 1970 y el italiano Aurelio Peccei en 1972, Naciones
Unidas no se hubiera identificado con los mensajes de ambas personalidades y no
hubieran celebrado en el mismo año de 1972 la "Declaración de Naciones Unidas
sobre el Medio Humano (Estocolmo 5 al 16 de junio de 1972). No habrían decidido
estar 20 años investigando para celebrar en 1992 la "Declaración de Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo" (Río de Janeiro, 7 de mayo de
1992), que da a conocer a todos los ciudadanos del Planeta el comportamiento de
los humanos con el Medio Ambiente.
Hoy
no existe en ningún Ayuntamiento de los 193 Estados Miembros de Naciones
Unidas, que no tenga una oficina con personas preocupadas en "proteger el Medio
Ambiente". Esta realidad actual era una utopía a realizar en los años 1970 y
1990.
Naciones
Unidas tienen en el día de hoy otras utopías pendientes: Que proclamen la
"Declaración Universal de los seres humanos con el Medio Ambiente, el Cambio
Climático y los Desastres Naturales", que reclama la legislación actual, con
millones de páginas dedicadas a la Ecología, pero descabezadas, por faltar la máxima
ley. Sería la tercera Declaración Universal. La primera fue "La Declaración
Universal de los Derechos Humanos" (1948). La segunda el 11 de noviembre de
1997, en la 29ª sesión de la Conferencia General de la UNESCO, se aprobó
unánimemente la "Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos
Humanos".
Modestamente
y para facilitar a Naciones Unidas la publicación de la Tercera "Declaración
Universal de los seres humanos con el Medio Ambiente, el Cambio Climático y los
Desastres Naturales", he escrito los 54 "Considerandos", que son la base
jurídica de los 24 artículos que comprende el Anteproyecto. Creo firmemente que
está Utopía de hoy, se convertirá en una realidad, al igual que la creación de
los Cascos Verdes para actuar frente a los Desastres Naturales y Tecnológicos,
con misiones análogos a los que tienen los Cascos Azules.
Como
nonagenario no tengo la probabilidad de ver publicada la tercera utopía
convertida en realidad, pero vivo ilusionado que sucederá. Y también convencido
de que los políticos de las Administraciones públicas, incluidas de Naciones
Unidas, deben aprovechar las sugerencias de los ciudadanos. Están preocupados por
urgentes necesidades domésticas. ¡Los árboles no les dejan ver el bosque! Y
retrasa el progreso de la humanidad.
Fernando de Salas López
Rector Honorífico de la Sociedad
de Estudios Internacionales (SEI, 1975-2008); Académico Correspondiente de la
Real Academia de Doctores de España (RADE)