Como cada año por estas fechas, estamos a punto de
acabar un nuevo curso académico en la Universidad y para un gran número de
alumnos, no se trata de la última clase del curso, sino que es la
verdaderamente postrera porque acaban sus estudios de Diplomatura o
Licenciatura y a partir de ahora es cuando comienza el verdadero reto de la
noble profesión que hace unos años eligieron con verdadera vocación, o al menos
eso espero por su bien, por el mío y por el de todos.
Con motivo de la celebración, hoy miércoles 18 de
Abril, del Día Europeo de los Derechos del Paciente, me he tomado la libertad
de compartir con todos los seguidores de
Madridiario y
Diariocrítico esta
última clase del curso académico en la que desde que comenzara mi particular
singladura por este mar de conocimientos que es la Universidad, siempre acabo
dirigiéndome a mis alumnos pidiéndoles que tengan a bien recordar mi nombre y
mi cara, no por puro ego, sino por necesidad y por saludable egoísmo, porque si
de algo estoy seguro es de que por ley de vida es muy probable que algún día
nos podamos encontrar en el hospital, ellos como verdaderos profesionales y yo
postrado en la cama de "mi habitación". Y a buen seguro que no seré un paciente
resignado y temeroso del sistema, sino que al conocer mis derechos, reclamaré
que se cumplan todos, uno a uno, del mismo modo que trataré de cumplir con mis
obligaciones, que en el momento en que esté ingresado, serán más bien pocas
porque con certeza, las habré cumplido y con creces a lo largo de toda mi vida
fiscal.
En este caso, mi nombre figura al pie de este
artículo de opinión y mi cara queda reflejada en la fotografía que el Editor de Madridiario y consejero de Diariocrítico, mi amigo
Constantino Mediavilla, ha tenido a bien incluir con
el fin de personalizar la comunicación y que ésta sea lo mas cercana posible a
nuestros lectores, lo que facilita que al menos usted, si ya es un profesional
sanitario, me pueda reconocer si nos encontramos en su consulta o en el
hospital y de esta forma podamos establecer ese tan necesario proceso de
comunicación bidireccional, que todos necesitamos en un sistema sanitario mucho
más humanizado.
Haciendo honor a la verdad, no me gustaría que a
nadie y tampoco a mí, se le molestara en la intimidad de su habitación, en la
que está ingresado quizá compartiendo unos pocos metros cuadrados y el cuarto
de baño con un desconocido, pero que a pesar de ello sigue siendo "su
habitación". Nunca entenderé que el mero hecho de vestir una bata blanca o un
pijama también blanco o de otro color, pero siempre clínico, o llevar colgado
un fonendo al cuello, nos dé derecho a los trabajadores de un hospital a abrir
la puerta sin llamar. Yo no se a usted, pero a mí jamás me han abierto la
puerta de la habitación en un hotel sin que concediera el permiso necesario. ¿Y
no es lo mismo? ¡Vaya que sí! Pero si usted entiende que no, puede darme su opinión
personal a través de este periódico o en mi correo personal
jsanchezma@meditex.esEstoy seguro que tampoco me veré nada favorecido con
esos "pijamas" o "camisones" que tienen a bien entregar en el hospital
cuando ingresan a un paciente y que en
algunos casos son de obligado cumplimiento aunque no sean de su agrado,
aludiendo que "lo siento, pero son normas del hospital". Pero..., ¿quién ha sido
capaz de poner unas normas por las que se obliga a alguien que ya ha cumplido
con sus obligaciones, a vestir una prenda que no es de su agrado y ni siquiera
de su talla? ¿Es que el pijama que ha adquirido el gerente de un hospital, pero
que estoy seguro no se ha probado, influye en la curación de la enfermedad? No,
absolutamente no. Sin embargo, lo que sí es
cierto es que el "pijama personal" de cada uno, con el que el enfermo está a
gusto, porque es de su talla y del color que a él le agrada, sí que influye de
una forma clara y decidida en la "curación del enfermo", más que de la propia
enfermedad. También estoy seguro de que este punto, controvertido o no, debería
estar incluido en lo que denominamos ahora como "medicina basada en la
evidencia"; evidencia humana, pero evidencia al fin y al cabo; y si no, que le
pregunten a los enfermos.
En fin, que por pedir que no sea. Entre otras muchas
cosas, éstas son las que con más interés solicito a mis alumnos, tras esa
última y postrera clase ya profesionales, y que ahora me atrevo a pedirle a
usted, querido colega, compañero y lector, por si el destino hace que nos
encontremos en el hospital, usted con bata blanca y yo, en la cama, pero tenga
por seguro que con "mi pijama". Gracias de antemano por su comprensión y ayuda.
Al menos entre colegas las cosas parecen más fáciles. Una última cosa: si el de
la bata blanca soy yo, tenga la seguridad de que si a usted le apetece podrá
vestir "su pijama". ¡Estaría bueno!
Dr.
Jesús Sánchez Martos
Catedrático
de Educación para la Salud
Universidad Complutense de
Madrid