Con un desgaste tan rápido no se podrá gobernar
lunes 16 de abril de 2012, 08:03h
Los resultados de la encuesta de Metroscopia para diario El País confirman
plenamente el análisis que venimos
haciendo hace semanas: el Gobierno necesita un plan B porque la
gobernabilidad del país se acabará fragilizando si su desgaste avanza con tanta
rapidez. El concepto de buen gobierno tiene un punto de partida respecto de su
legitimidad, la voluntad popular expresada en las urnas, pero también se basa
en un desarrollo empático entre ciudadanía y gobierno legítimo que es necesario
impulsar. Seguir insistiendo, como hace Rajoy, que ha recibido un mandato
popular para gobernar supone sólo quedarse con la mitad de la verdad y eso no
beneficia a nadie. De hecho, lo último que necesita el país es que se deteriore
radicalmente la gobernabilidad nacional.
Pues bien, sucede que el capital político de
salida del Gobierno de Rajoy se está desgastando demasiado rápidamente: en poco
más de un mes ha perdido casi ocho puntos de apoyo (del 46,3% al 38,1%) y en
torno al 60% del electorado desconfía del Gobierno, desaprueba su gestión o
tiene una impresión negativa sobre sus primeros cien días de ejercicio. Desde
luego, eso no significa nostalgia alguna respecto del Gobierno de Zapatero: una
clara mayoría cree que el Gobierno de Rajoy es igual o mejor que el anterior,
algo que es especialmente rotundo en el caso de los votantes del PP (un 91%
opina que es claramente mejor). Pero el hecho de que no se eche de menos a
Zapatero no puede entenderse como un beneficio para Rajoy: significa
simplemente que su rápido desgaste no se traduce en una recuperación del apoyo
para el PSOE.
Estando claro lo anterior, ya es hora de que
dejemos de hacer comparaciones entre las dos fuerzas políticas mayoritarias, para
encarar lo que significa ese rápido desgaste del Gobierno para el conjunto del
país. Ya hemos insistido que resulta una gran miopía política pensar que el
Gobierno puede seguir adelante con sus reformas mientras la presión social
aumenta. Aceptando que esa determinación de Rajoy es buena, hay que agregar que
esa dinámica tiene su límite. Seguir en el autismo político no sólo perjudica a
Rajoy sino que deteriora la gobernabilidad general de España. No podemos llegar
a fines de mayo y que la dinámica negativa continúe, rebajando otros ocho
puntos el apoyo del Gobierno y haciendo descender radicalmente la confianza en
su gestión. Simplemente el sistema político -entendido de forma amplia, como la
relación entre gobernantes y gobernados- no lo soportaría. Rajoy debe entender
el sentido de la marea sociopolítica y dejar de confiar ciegamente en la
firmeza con que sostiene el timón. De nuevo, es necesario un plan B.
¿Y en qué consistiría dicho plan? Pues
fundamentalmente en combinar determinación de gobernar con voluntad de lograr
consensos estratégicos. Claro, se me puede responder que eso es algo mucho más
fácil de enunciar que de poner en práctica. Y es completamente cierto. Pero
nadie dijo que iba a ser fácil navegar en medio de la tremenda tormenta que
soportamos. El problema es que Rajoy entiende eso como la capacidad de avanzar
caiga quien caiga y esa visión es completamente errónea; incluso me atrevería a
decir utópica, desde su punto de vista.
No, Rajoy, su Gobierno y el PP deben de
convencerse de que el arte en esta singladura no consiste solamente el aguantar
contra viento y marea, sino en saber maniobrar respecto del movimiento de las
olas. En pocas palabras, saber combinar apropiadamente disenso y consenso.
Tomando como ejemplo el caso reciente de la Ley de Estabilidad Presupuestaria,
es cierto que al PP le convenía -en términos de competencia con el PSOE- que
este partido de la oposición se saliera del acuerdo. Pero es necesario
preguntarse si eso es lo mejor para el país o si, por el contrario, un acuerdo
sobre esta materia hubiera dado una nueva perspectiva al panorama en términos
de aumento de la confianza en la gobernabilidad nacional.
Desde el ángulo opuesto, el PSOE debe
entender que el desgaste del PP no revierte necesariamente en una mejora de su
apoyo popular. A lo mejor sería conveniente recuperar en serio aquella lógica
empleada ante el Gobierno de Adolfo Suárez de combinar inteligentemente
negociación y presión. Hoy por hoy, el rápido desgaste del Gobierno de Rajoy no
beneficia a nadie y perjudica al país como un todo. Esperemos que ambas fuerzas
mayoritarias se den cuenta más pronto que tarde que no hay que profundizar ese
desgaste. Desde el PSOE, porque se estaría aplicando a sí mismo la tesis del
antipatrotismo del PP cuando le faltaba solidaridad estando en la oposición.
Desde el PP porque su voluntad de demostrar que se la puede sólo podría acabar
siendo una apuesta demasiado costosa en términos de laminar peligrosamente la
gobernabilidad general. En realidad, el Gobierno debiera establecer claramente
una línea a partir de la cual no puede seguir con su plan A de apoyarse en la
legitimidad de partida para imponer medidas a como dé lugar. La rapidez de su desgaste
no es sólo un problema para el Gobierno
sino que es un problema para el conjunto del Estado.