...y encima nos toman el pelo
viernes 13 de abril de 2012, 07:54h
Claro, ahora, cuando la idea de lograr un
pacto de Estado para enfrentar la crisis tiene claramente el viento a favor en
la opinión pública, las fuerzas políticas juegan a acusarse mutuamente de que
es el otro el que no quiere pactar. ¿Creerán estos señores y señoras que la gente
en España es estúpida? ¡Qué vergüenza nacional, que penoso espectáculo estamos
dando! Después de mucho cuento sobre "remar todos en la misma dirección", lo
cierto es que España sigue encastillada en una cultura política que privilegia
la rigidez en el disenso y carece por completo de flexibilidad para valorar de
igual forma el disenso y el consenso. Y no importa si la situación crítica lo
exige. Como dijo alguna comentarista: los representantes políticos parecen
comportarse como si la situación fuera completamente normal, como si no
estuviéramos ante una emergencia nacional.
Una referencia fundamental a este respecto
iba a ser lo que sucediera con la aprobación de la Ley de Estabilidad
Presupuestaria. Bien, pues ya lo hemos visto: los dos partidos mayoritarios,
que son los que tienen la mayor responsabilidad de lograr un pacto
nacional, no han sido capaces de ponerse
de acuerdo. Y después de varios intentos de última hora, ambos han acudido al
socorrido argumento de que es el otro quien rompe el deseado consenso.
Es cierto que en el reparto de
responsabilidades de este fracaso político, ambos no tienen la misma cuota ni
sacan la misma tajada. El PP ha llegado a proponer en la negociación final,
inmediatamente antes de dar paso a la votación, que el 0,4% del déficit para el
2020 hiciera presencia, como pedía el PSOE en relación con el pacto para la
reforma constitucional, pero sólo en situaciones muy excepcionales. En
realidad, era una propuesta aceptable, pero que el PP no ensanchaba un
milímetro más porque en el fondo deseaba que el PSOE rechazara el acuerdo. El
PP ya sabía que el pacto con los nacionalistas iba bien, así que su oferta de
última hora al PSOE era más bien un golpe de efecto, de cara a la opinión
pública, pero con el íntimo deseo de que el PSOE quedara fuera del consenso. Es
decir, no existió -ni existe todavía- una verdadera voluntad de acuerdo por
parte del PP respecto del principal partido de la oposición. Para el PP la
guerra entre ambos partidos es todavía más importante que la salida de la
crisis. Entre otras razones, porque todavía sigue pensando que puede sacar el
país adelante en solitario, sin necesidad de un pacto de Estado.
Pero la responsabilidad del PSOE es igual o
mayor. Es cierto que el PP ha pasado al déficit cero en vez del O,4% pactado
para el año 2020 en la reforma constitucional del verano pasado. Pero agarrarse
a este punto, como a un clavo ardiendo, es completamente impresentable. Como
han dicho los representantes de las fuerzas políticas que han apoyado el pacto,
la necesidad de mostrar a los mercados y a Bruselas que España se juega por el
equilibrio presupuestario es mucho mayor ahora que hace ocho meses. Y, en el
fondo, esta es una ley ordinaria que puede modificarse en el futuro, en
relación con otras posibles composiciones parlamentarias. Esta no es la mejor
ley del mundo, pero el asunto de fondo no es ese, sino si esta ley mejora la
situación actual o no. Y sólo la obtusa necesidad de dejar su impronta patente,
es lo que ha conducido al PSOE a rechazar la propuesta de última hora del PP.
En realidad, el partido socialista no tiene más voluntad de llegar a un pacto
de Estado que la que tiene el PP. Ambos tienen más interés en su pelea que en
otra cosa. Y como afirma el editorial de El País de este jueves: "Ya sabemos que los dos partidos
principales tienen muchas cuentas pendientes. Pero esta no es la hora de la
bronca interna ni de que cada uno se enroque en sus verdades, sino de tomar el
toro por los cuernos para ensanchar consensos."
Una vez manifiesta la evidencia de que ambos
partidos comparten la responsabilidad del fracaso sobre el consenso
mayoritario, hay que señalar que el PP saca más tajada de este fracaso que su
oponente. Sobre todo ha logrado mostrar a Bruselas que el PSOE no es un partido
útil y responsable. El PSOE hoy es un partido débil que tiene más necesidad de
cuidar su flanco izquierdo, aprovechado por Izquierda Unida, que de dotarse de
un verdadero sentido de Estado. Los votantes de centro están percibiendo cada
vez más esa debilidad del PSOE, algo que le acerca a la marginalidad
peligrosamente.
Pero lo importante para la opinión pública
es transmitirle a ambas fuerzas políticas mayoritarias que sus juegos de
artificio para acusar al otro de ser el causante de la falta de acuerdo, no
confunden a nadie. Que no traten de tomarnos el pelo, por favor. El verdadero
problema reside en que tanto el PP como el PSOE carecen todavía de voluntad
política para alcanzar un acuerdo estratégico para enfrentar la crisis. Y sin
esa voluntad, que por supuesto guarda relación con las deficiencias de nuestra
cultura política, la probabilidad real de lograr un pacto de Estado es
considerablemente baja. Así que seguiremos en la dinámica de: "Muera Sansón con
todos los filisteos". Y que los dioses repartan suerte.