La verdad es que me
sorprendió el temprano ataque del ministro
Wert a la asignatura Educación para
la ciudadanía. Wert es sociólogo y sabe bien que la condición de ciudadano se
aprende. Se aprende a ser ciudadano de una democracia, como se aprende a ser súbdito
de una dictadura; se aprende a defender la libertad propia y la de los demás, y
se aprende a someterse y a someter a otros; se aprende a respetar aquello que
nos hace distintos, y se aprende a humillar y ofender al diferente. Para bien o
para mal, todo eso se aprende.
También se aprende la
lógica del funcionamiento de nuestra sociedad, la razón de los pactos
fundacionales, el sentido de determinadas instituciones y costumbres. Si no se
aprenden, estas cosas no se saben, no las traemos en los genes. Cuando, con
motivo del día de la Constitución, me ha tocado explicar a nuestros jóvenes las
razones por las que tenemos una monarquía o por las que abolimos la pena de
muerte, he comprobado cómo resulta más sencillo para ellos aceptar el pacto de
convivencia después de comprender las razones de dicho pacto, incluso
manteniendo sus desacuerdos.
Estoy convencido de que
los valores que han sostenido nuestra convivencia durante las tres últimas
décadas son sólidos, y de que están bien asentados entre nuestros ciudadanos,
pero aún así me parece que es bueno explicar a nuestros jóvenes, y a algunos no
tan jóvenes, las razones por las que abrazamos esos valores de convivencia. Lo
curioso es que los que se oponen a la Educación para la ciudadanía son los
mismos que ahora denuncian la existencia de una crisis moral en nuestro país,
una crisis moral que acompañaría a la crisis económica.
Conviene tener cuidado
con ese tipo de diagnósticos. En plena prosperidad había personas que vivían en
la pobreza, pero nadie hubiera aceptado que la situación de esas personas
sirviera para definir el estado general de nuestra economía. Sin duda en
nuestro país hay personas que se comportan de manera poco honesta, pero esas
personas no sirven para definir el estado de la moralidad colectiva. En el
último barómetro sobre Política Fiscal del Centro de Investigaciones
Sociológicas, el 85 % de los entrevistados afirman que engañar a Hacienda es
engañar a todos los ciudadanos. Y mientras solo uno de cada cien entrevistados
opina que el fraude fiscal no tiene efectos importantes, el resto piensan que
el fraude disminuye los recursos para financiar los servicios públicos, obliga
a pagar más impuestos a los demás, desmotiva a los que pagan correctamente sus
impuestos y crea injusticias.
En lo que a fiscalidad se
refiere, el país no está en crisis de valores. Sin embargo, es cierto que hay
una minoría que necesita mucho más que un curso de Educación para la
ciudadanía. Una minoría formada por los defraudadores y por los que han
aprobado la amnistía fiscal a los defraudadores.
(*)
José Andrés Torres Mora es diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso>>
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