No recuerdo las veces que he defendido por aquí a la Iglesia
Católica pero han sido unas cuantas. Sin embargo esta vez estoy avergonzada de
las palabras pronunciadas por el Obispo de Alcalá de Henares. Me provoca una
profunda tristeza que exista gente que tire por la borda la labor encomiable
que otros muchos hacen por defender una Iglesia que pasa por momentos de poca
credibilidad entre ateos y, lo que es peor, entre creyentes. Defiendo la
libertad de expresión siempre y cuando no insulte y las palabras del obispo
claman al cielo, nunca mejor dicho.No es admisible ese odio en alguine que se supone representa a Jesús en la tierra. El mensaje de Jesús nada tiene que ver con el discurso de su homilía. Es amenzante, carece de amor y rebosa odio por todas partes.
El mensaje evangelizador de la iglesia y de su Mesías, Jesús,
no puede estar más alejado de las palabras que pronunció el otro día en la
homilía. Alejadas profundamente de lo que verdaderamente predica el verdadero
cristianismo. Y no tienen defensa posible. Están llenas de odio y son propias
de otras épocas, no de las actuales. Me avergüenzan como católica practicante.
Los homosexuales son ciudadanos de pleno derecho y una cosa
es no estar conforme con su estilo de vida y otra muy distinta es despreciarlos
como ha hecho Monseñor. Decir que en la práctica de su sexualidad encuentran el
infierno es volver a épocas muy pasadas que no sólo no tienen sentido sino que
se alejan de la verdad. Infierno es la ausencia de Dios, de paz y un homosexual
puede encontrar la paz exactamente igual que un hetero, que un cura, que un
ateo y que cualquiera. El pecado, la maldad es otra cosa y eso ya lo sabe mejor
que nadie Monseñor que para eso ha dedicado años de esfuerzo al estudio.
No soy experta en teología. Pero soy creyente y creo
sinceramente que, según las enseñanzas recibidas por el catecismo de la Iglesia
católica, es pecado hacer daño a los demás. Y con sus declaraciones, moseñor ha
hecho daño. Y mucho. Debería pedir perdón.
Señores de las altas jerarquías. Hay que barrer bien la casa para que los de abajo podamos hacer invitaciones a entrar. De lo contrario se hace muy cuesta arriba. No se puede caer en el demonio de las generalizaciones y de la misma manera que nos indigna que comparen a toda la Iglesia con los pederastas que sí eran de la Iglesia, no se puede demonizar a todo un colectivo por la actuación de algunos que, en cualquier caso, de hacer daño, se lo hacen a sí mismos, a nadie más.
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