Educación para la amnistía
lunes 09 de abril de 2012, 10:24h
La verdad es que me sorprendió el temprano ataque del ministro Wert a
la asignatura Educación para la ciudadanía. Wert es sociólogo y sabe
bien que la condición de ciudadano se aprende. Se aprende a ser
ciudadano de una democracia, como se aprende a ser súbdito de una
dictadura; se aprende a defender la libertad propia y la de los demás, y
se aprende a someterse y a someter a otros; se aprende a respetar
aquello que nos hace distintos, y se aprende a humillar y ofender al
diferente. Para bien o para mal, todo eso se aprende.
También se aprende la lógica del funcionamiento de nuestra sociedad,
la razón de los pactos fundacionales, el sentido de determinadas
instituciones y costumbres. Si no se aprenden, estas cosas no se saben,
no las traemos en los genes. Cuando, con motivo del día de la
Constitución, me ha tocado explicar a nuestros jóvenes las razones por
las que tenemos una monarquía o por las que abolimos la pena de muerte,
he comprobado como resulta más sencillo para ellos aceptar el pacto de
convivencia después de comprender las razones de dicho pacto, incluso
manteniendo sus desacuerdos.
Estoy convencido de que los valores que han sostenido nuestra
convivencia durante las tres últimas décadas son sólidos, y de que están
bien asentados entre nuestros ciudadanos, pero aún así me parece que es
bueno explicar a nuestros jóvenes, y a algunos no tan jóvenes, las
razones por las que abrazamos esos valores de convivencia. Lo curioso es
que los que se oponen a la Educación para la ciudadanía son los mismos
que ahora denuncian la existencia de una crisis moral en nuestro país,
una crisis moral que acompañaría a la crisis económica.
Conviene tener cuidado con ese tipo de diagnósticos. En plena
prosperidad había personas que vivían en la pobreza, pero nadie hubiera
aceptado que la situación de esas personas sirviera para definir el
estado general de nuestra economía. Sin duda en nuestro país hay
personas que se comportan de manera poco honesta, pero esas personas no
sirven para definir el estado de la moralidad colectiva. En el último
barómetro sobre Política Fiscal del Centro de Investigaciones
Sociológicas, el 85% de los entrevistados afirman que engañar a Hacienda
es engañar a todos los ciudadanos. Y mientras solo uno de cada cien
entrevistados opina que el fraude fiscal no tiene efectos importantes,
el resto piensan que el fraude disminuye los recursos para financiar los
servicios públicos, obliga a pagar más impuestos a los demás, desmotiva
a los que pagan correctamente sus impuestos y crea injusticias.
En lo que a fiscalidad se refiere, el país no está en crisis de
valores. Sin embargo, es cierto que hay una minoría que necesita mucho
más que un curso de Educación para la ciudadanía. Una minoría formada
por los defraudadores y por los que han aprobado la amnistía fiscal a
los defraudadores.