Felipe Alcaraz no es, precisamente, un autor primerizo.
Doctor en filología románica con una tesis sobre el concepto materialista de la
literatura, es autor de tres libros de poesía y ocho novelas, entre ellas
"Amor, enemigo mío", donde aborda uno de los capítulos que más
inciden en nuestras vidas personales; o la novela más reciente "La conjura
de los poetas", dedicada a la biografía ideológica del poeta granadino
Javier Egea y publicada también por Almuzara en 2010.
En todas sus obras la reivindicación social está a
flor de línea; no en vano, Alcaraz ha estado activísimo en la política la mayor
parte de su vida a través del PCE, y luego de Izquierda Unida, pero ahora,
Alcaraz, volcado por completo en la literatura como escritor sus escritos
reflejan la realidad circundante con toda su crudeza.
No extraña, pues, que "Tiempo de ruido y
soledad", su última novela, sea un en realidad un espacio público lleno
del ruido de la sociedad actual, donde se cruzan personajes muy conocidos de la
política, con sus nombres reales, con personajes de ficción. Resulta finalmente
una crónica casi cinematográfica que, con el telón de fondo de la crisis
económica y social que nos envuelve y masacra, revela las conspiraciones
políticas que la acompañan, las políticas adoptadas y sus consecuencias
ideológicas, culturales y sociales, en un momento en que la maquinaria
financiera que impulsa al sistema aparece desnuda, sin disfraz alguno, ante la
mirada atónita de la ciudadanía.
"Tiempo
de ruido y soledad" es la
primera entrega de la trilogía "La disciplina de la derrota", que el autor
prepara con crudeza extrema, y contiene, de la mano de personajes que luchan
por darle un sentido histórico a su vida, los rasgos de la derrota de esa
cierta izquierda que ha querido "combatir a la derecha pareciéndose a ella",
como dice el autor, o que ha intentado superar su fracaso asumiendo los valores
de su adversario.
Nos ajustamos a la realidad si señalamos que en la
novela palpita un tiempo desconcertado, donde el ruido y la política convertida
en simulacro sustituyen a los colectivos, absolutamente desmovilizados. Por
ejemplo, un personaje se refiere a esta situación como la crónica no escrita de
una paz social interminable.
Entre sus líneas, Alcaraz nos va descubriendo cómo a
la apatía secular de este pueblo de la vieja Iberia se suma la que recorre el
franquismo, la Transición
democrática o la que atraviesa la sociedad española durante los cambios y
ajustes que introduce la estrategia neoliberal que nos avasalla.
"Tiempos ruido y soledad" es, efectivamente,
un ruido, mezcla de espectáculo y competitividad, cuyo reverso exacto -más bien
su final anunciado- es la soledad, la nueva soledad producida y extendida por
el capitalismo avanzado. Alcaraz nos introduce en una paisaje situado en una realidad
social y laboral que aísla a la gente a través de un dominio vertical sobre
cada uno y que, en parte, diluye el concepto de clase social y la propia
función de los sindicatos y fuerzas políticas.
Acaso por eso al autor no le extraña la aparición de
fenómenos sociales nuevos, totalmente inesperados, como el llamado 15-M, el
movimiento de los "indignados", que funcionan en la novela como una especie de
voz colectiva contra una democracia trucada.
Un personaje femenino, Genara Sampedro, recorre toda
la novela. Lo femenino, claro, no podía faltar en una obra de Alcaraz, y en
Genara el autor ha sintetizado la lucha por recuperar un sentido histórico de
las cosas a fin de pensar la vida como algo susceptible de ser cambiado, con un
drama personal que contamina el resto de sus sentimientos y la atenaza a través
de un complejo de culpa.
En fin, que como dice uno de los personajes, el
profesor Gómez Arboleya: "La soledad es la marca de estos tiempos. Pero lo
sabemos. Y eso sigue siendo importante... que alguna vez podamos hablar sabiendo
lo que sabemos". Sí, lo sabemos, pero, ¡ay!, ¡ese "Tiempo de ruido y
soledad" suena tanto a ese otro "Tiempo de órganos y cornetas"...!
