lunes 19 de marzo de 2012, 12:47h
La
izquierda se lamenta con razones, pero la derecha gobierna con los
votos. La izquierda perdió en las urnas y ahora se moviliza en
foros, en los medios y en la calle. La derecha ganó las elecciones y
se moviliza desde los boletines Oficial del Estado y de las
Comunidades en las que manda. Es el juego, un tanto aleatorio a
veces, de la política de la alternancia.
Razones poderosas tiene
la izquierda para protestar, porque ve frustrados -o incluso
desmantelados- muchos de sus sueños, pero es que no supo, o no
pudo, plasmarlos en una realidad aceptada socialmente y viable
económicamente. La izquierda, que es atractiva y glamorosa, suele
moverse entre el idealismo y la torpeza. Y no están los tiempos ni
para lo uno ni para la otra. La izquierda ha tenido su oportunidad, y
fracasó. Sus malos líderes y la súbita crisis económica ayudaron,
muy decisivamente, a su descabello.
La derecha es más realista. Los votantes se
agarraron a ella como a clavo ardiente en un naufragio. Veremos lo
que da de sí. De momento, está dando la vuelta al sistema anterior,
sin que esto sea garantía de éxito. En menos de cien días ha
desmontado un bello entramado de derechos y bondades -con altas dosis
de ficcción- que se sostenía en un tronco fatalmente carcomido por
el despilfarro y la corrupción (de unos y de otros) y principalmente
por una economía en profunda crisis. Estaba condenado, aquel tronco,
a romperse y, por tanto, aquella ficción a derrumbarse.
La derecha dice que ha
venido a poner orden en la cosa pública, y seguramente lo está
haciendo con rapidez, pero en esta tarea ordenadora se está llevando
por delante algo más que el simple desorden, a saber, bienestar y
certidumbres que, repetimos, en las actuales circunstancias eran más
deseos y buenas intenciones que "conquistas" reales. La derecha
´-en que el egoísmo suele prevalecer sobre el idealismo- se
sustenta, sobre todo, en la contabilidad y cuenta de resultados; es
decir, en la creación de riqueza cantante y sonante, lo cual es
imprescindible para que luego pueda repartirse. A esta esperanza se
agarraron, como tabla de salvación, los votos mayoritarios. De
momento, hay una gran movida; está aún por ver que dará de sí.
Son razonables los
lamentos de la izquierda por lo que parece se está perdiendo de lo
que proclama se había conseguido. Pero hay que recordar, por lo
menos, dos cosas: que tuvo su larga oportunidad y fracasó, y que si
es cierto, como dice, que "hay otra manera" de afrontar la
crisis, a ver porqué no la puso en práctica cuando mandaba. Es su
talón de Aquiles.