jueves 15 de marzo de 2012, 13:11h
La confianza del consumidor. Según el Índice de Confianza del
Consumidor (ICC) publicado días atrás por el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), durante el pasado febrero se ha producido un descenso en este
indicador de más de 10 puntos en relación al mes anterior, debido a la peor
percepción de la población sobre la situación actual de la economía y, sobre
todo, a sus desfavorables expectativas de futuro, En síntesis, lo expuesto se
puede resumir en que "La confianza
del consumidor está en recesión y sin perspectiva de que cambie su
tendencia". Si nos preguntamos por la causa de este sombrío pronóstico, la
respuesta inmediata por refleja sería: "Por la situación de crisis económica
que estamos padeciendo y que, siguiendo la inexorable Ley de Murphy, lo peor
está aún por venir".
Aceptando la teoría expuesta, he
de añadir, empero, que, siendo acertado el diagnóstico, habrá que analizar de
nuevo la etiología de la enfermedad, al objeto de que la prescripción sea
eficaz y, sobre todo, duradera. En este sentido, mi opinión se basa en el
estudio pormenorizado de la definición dada al citado indicador, para fijarnos
en los dos verbos que aparecen en el mismo y que no se refieren a la evolución
del consumo per se y sí a los estados
afectivos de las personas incidiendo, sin embargo, en gran medida, la variable
de la respuesta emocional en la variable de la contracción o el estimulo del
consumo real.
Me estoy refiriendo a los verbos
"sentir" y "percibir", y como pueden apreciar a simple vista, nada tienen que
ver en un principio con el movimiento de los mercados, el PIB o la prima de
riesgo pongamos por caso, y que, no obstante, figuran como parámetros que
configuran un indicador que mide aspectos pretendidamente economicistas. La enseñanza
de esta observación sería "Para transmitir confianza a las personas dirijamos
nuestro mensaje al raciocinio, sí, pero sin olvidar los sentimientos". Partiendo
de la base de que ese sea el objetivo a lograr y no el contrario, claro. Pero
esa es otra historia, que diría Kipling.
Dación en pago. En principio, supongo que la mayoría de los
españoles estaremos de acuerdo en que serán bienvenidas todas las acciones
encaminadas a mitigar la grave situación
que están atravesando numerosas familias en nuestro país, y, no cabe
duda, que la dación en pago es una medida importante en dicho sentido tomada
por el gobierno de la nación, ya que palía en parte el drama de aquellas que,
viéndose obligadas a sobrellevar a duras penas una difícil situación en
general, tengan que soportar, además, un embargo hipotecario.
Ahora bien, aceptando lo anterior
por positivo, no conviene lanzar las campanas al vuelo creando falsas
expectativas, y tener en cuenta que se trata de una medida de carácter voluntario, de ámbito de aplicación restringido e incardinada
dentro de un protocolo de buenas prácticas bancarias. En otras palabras, que
bien, que bueno, que vale, pero...que ya veremos los resultados.
El "efusivo" Presidente. Hace unos días dio la vuelta al mundo la
fotografía del presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Junker,
apretando el cuello de nuestro Ministro de Economía y Competitividad, Luis de
Guindos. Si es cierto el viejo aforismo periodístico "Una imagen vale más que
mil palabras", parece obvio lo que desgraciadamente Monsieur Junker quería
transmitir con un gesto tan expresivo. Pero hete aquí que al ser preguntado el
señor De Guindos sobre el particular, justificó la actitud del presidente
aduciendo que es éste "Una persona efusiva y afable".
Yo no dudo ni de la versión del
ministro ni de la personalidad el presidente, pero, basado en lo uno y en la
otra, sí espero que la próxima vez que se encuentren cara a cara, el "posado"
de manos se cambie por un cariñoso
abrazo. El gesto puede ser de similar cordialidad, pero el mensaje será
diametralmente opuesto. Es decir, de felicitación por lo hecho y de esperanza
en lo que queda por hacer.
Julio Magdalena Calvo es
economista y forma parte del cuerpo de Intervención y Contabilidad de la
Seguridad Social