Ayer la izquierda abertzale vasca hizo
público un documento en que manifiesta su "profundo pesar" por las
consecuencias dolorosas "derivadas de la acción armada de ETA". No les den
tantas vueltas, señores de la izquierda abertzale, ni a sus lamentos por haber
humillado a las víctimas de ETA, que lo siguen haciendo, ni a su palabrería de
paños calientes y de hipocresía. Lo único que les exigimos a ustedes es que se
dejen de monsergas, de "que les ha faltado sensibilidad" o de que su "posición
política" pudo enturbiar los buenos sentimientos.
Y sólo esperamos que hagan todo lo que
puedan (y, si de verdad quieren, pueden mucho) para que ETA desaparezca,
se disuelva, entregue las armas, se ponga en manos de la Justicia y pida perdón.
Todo lo que sea salirse de este guión es confundir, es engañar, es mentir.
Llevamos con estas milongas casi mil asesinados y más de medio siglo, y
ETA sigue ahí, chantajeando al Estado de Derecho, y en algún tiempo jugando al
gato y al ratón con las autoridades democráticas. Pero esa época ya ha pasado,
y tanto ustedes como los terroristas, cada uno en su medida y según la
dimensión de su culpa, han perdido cualquier credibilidad. Manipular el lenguaje para dar gato por
liebre es indecente. No retuerzan las palabras ni hagan exploraciones en las
entrañas de los diccionarios, que lo único que tiene que decir ETA es que
desaparece, que se esfuma, que se extingue, que se entrega e, insistimos, que
pide perdón.
Por lo demás, los obispos vascos, en su
carta pastoral de ayer, instan a ETA a arrepentirse y pedir perdón sincero, y
les dicen a las víctimas que, como Cristo, ellas también sepan perdonar. Quizá
sea muy cristiano lo que proponen, pero no debemos mezclar, ni a la hora del
perdón, a los asesinos con los asesinados. Esto contribuye a confundir,
mantiene una peligrosa ambigüedad, y es dar una de cal y otra de arena.