viernes 24 de febrero de 2012, 13:28h
En el diminuto pueblo sudafricano de Malelane, un
camarero me puso al día, el pasado lunes, de la Liga española de fútbol con una
precisión matemática. No es de extrañar, ya que con siete canales televisivos
de deportes, los sudafricanos ven todos los días partidos de las principales
competiciones mundiales.
La que se lleva la palma, con todo, es nuestra Liga: no
en vano las camisetas que más se ven en la calle son las del Barça, que han
sustituido definitivamente a las de la selección brasileña. "Pero yo soy del
Madrid", me dice mi interlocutor, "por llevar la contraria a mis amigos".
Ya ven. Pocos días antes, en la capital del país,
Pretoria, una simpática señora -neerlandesa,
se autodefinió ella, en homenaje a sus ancestros boers- me estuvo elogiando las excelencias de Rafa Nadal: "¡Qué muchacho!, ¡qué maravilla! Soy una fan
incondicional suya".
En este pequeño periplo sudafricano, nadie me ha
ponderado, en cambio, las excelencias de ningún político español, ningún
artista ni ningún empresario. Nadie conoce tampoco ninguna de nuestras grandes
firmas multinacionales, desde Telefónica hasta FCC.
Mis interlocutores sólo me han hablado de deporte.
Anteayer mismo, en Johannesburgo, un aficionado al golf me comentaba su emoción
al haber coincidido en el green con Sergio García y otro golfista español
cuyo nombre ahora no recuerdo.
Ante la notoriedad internacional de nuestro deporte, las
autoridades españolas deberían hacer algo al respecto: desde protegerlo como a
un bien precioso, hasta asociarlo a otras características menos conocidas de
nuestro país.
Ya que tenemos algo que conoce todo el mundo,
explotémoslo pues como es debido.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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