viernes 24 de febrero de 2012, 08:49h
"No vamos a hacer oposición en la calle,
pero no vamos a rehuir la calle".
La frase procede de las altas instancias
del PSOE, que subrayan que su estrategia de oposición no se basa en explotar
las protestas sociales (contra la reforma laboral, como ocurrió en medio
centenar de ciudades, o contra los recortes de la educación, como se produjo en
Valencia), pero que tampoco descartan ni rechazan sumarse al descontento.
Da la impresión de que los socialistas
(una de cal y otra de arena)... quieren repicar y estar en la procesión;
desgastar al Gobierno y, al mismo tiempo, practicar cierta distancia social
para que no los confundan con los parias en llamas o con los estudiantes en
lucha. El PP se levantó contra el Gobierno cuando era Zapatero presidente: lo
hizo por el matrimonio homosexual, por la reforma de la Ley del Aborto, por la
negociación con ETA, por la defensa de las víctimas del terrorismo...
Que se le quiten los complejos al partido
que lidera Rubalcaba, ya que salir a la calle no es malo. La calle es el punto
de encuentro de la sociedad, la calle es diálogo, mano tendida, complicidad,
camaradería, hermandad... La calle es una
metáfora de lo mejor de la vida: es el cauce por el que transita y se desliza
el río de la hermosa gente, el gris y luminoso ejército de los ciudadanos de a
pie, la procesión de quienes conquistan el amanecer o de quienes hacen de la
noche su territorio amigo. En la calle se compran helados y se da limosna, se
encuentran los amigos y se orienta a los turistas despistados, se citan los
novios y se encuentran los viejos camino de los bancos del parque.
Hay que perder el miedo a las calles en
que nacen los árboles y crecen las pancartas, donde hay horas inmóviles e
instantes de multitud. No deben caer los políticos en despreciar la calle con
el pretexto de que su lugar (el de los políticos) está en el Parlamento. Sin
calle no hay Congreso ni Senado ni democracia. La calle, la plaza, el ágora y
el parque municipal son el corazón de la sociedad. Salgamos a la calle. España
necesita ventilarse. Más aire puro, incluso bajo los paraguas, y menos
claustrofobia.
Cuando un político, del signo que sea, y
acaso prisionero de su mala conciencia, tiene que buscar pretextos o argumentar
con disculpas para salir a la calle, mal asunto.