El nuevo Gobierno parece empeñado en 'vender' la simplificación de los contratos como el bálsamo de Fierabrás del mercado laboral español. Dice el ministro de Economía Luis de Guindos que hay que reducir los 40 contratos actuales existentes a dos que agilicen la contratación a tiempo completo y la de empleo parcial. Pero, ¿de verdad alguien emplea estos 40 formularios?
Los últimos datos del INE señalan que los empresarios usan seis
modalidades de contratación: la indefinida, los contratos de fomento,
los de obra y servicios, el contrato a tiempo parcial (que ya existe en
España por cierto) y el de aprendizaje. Todos ellos, por cierto
adecuados para el anticuado y peligroso modelo productivo de economía
que tenemos, basado en la temporalidad y estacionalidad del turismo y la
construcción. ¿No será más bien que la conversión a dos modelos de
contrato busca reducir el coste del despido al que se usa en los
contratos de obra?
El ministro menciona el sistema de determinación de los salarios que, a su juicio, debe ser "profundamente revisado" para basarse en ganancias de productividad y no resultar inflacionista. Otra discusión eterna en España, la de ligar salarios a productividad y no a inflación. Pero volvemos a nuestro modelo de economía, en el que hay que preguntarse qué sentido tiene valorar salarios de escaso valor añadido como los de la construcción o la hostelería al cumplimiento de una planes de negocio. La medida tendría sentido en un país de servicios financieros, con una potente economía industrial o exportadora, y está claro por que funciona en Estados Unidos, Alemania, Holanda o Francia. Ligar salarios a la inflación no es inflacionista cuando la inflación se controla desde otras vías, y cuando las negociaciones de convenios son realistas y prudentes con la situación económica.
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