Juicio político contra Garzón
miércoles 18 de enero de 2012, 20:22h
Salvo Gaspar Llamazares, seguramente
persuadido de que hay causas que deben ser defendidas desde la
intemperie, ningún otro diputado de la Nación se acercó a las puertas
del Supremo para expresar su adhesión y dar aliento al juez que, por
querer serlo verdaderamente al investigar a fondo la trama Gürtel,
significado episodio del brutal latrocinio que viene sufriendo la
sociedad española, se ve sentado en el banquillo y despojado de su
función en la Audiencia Nacional, donde los magistrados probos y
valientes son tan necesarios. No habla muy en favor de la Cámara, de sus
actuales inquilinos, esa desafección personal de todos ellos no hacia
un individuo, Garzón, sino hacia un caso netamente político. ¿O es que,
como aconsejaba Franco, prefieren no meterse en política?
Pero del mismo modo que este primer juicio contra Baltasar Garzón
puede ser calificado de "netamente" político, podría serlo de
"exclusivamente" político, por cuanto la acusación de haber lesionado
con las escuchas telefónicas a los presuntos mafiosos de la Gürtel su
derecho a una defensa con todas garantías, no se sostiene. Ni
jurídicamente, pues los reos tenían derecho a departir secretamente con
sus abogados, pero no a urdir impunemente en sus charlas con ellos el
blanqueo y la evasión a paraísos fiscales de lo robado a los españoles
mediante apaños con políticos venales, ni, desde luego, desde el punto
de vista del sentido común: se trataba de evitar precisamente, a
petición del Fiscal, la evaporación de los 20 millones de euros
escondidos en Suiza.
A propósito de esto, y pues parece más que sentado el móvil
político del ajuste de cuentas hacia el juez que tirando del hilo Gürtel
podía llegar al ovillo de la financiación del PP, y que encima quiso
sentar la mano de la Justicia a los criminales del franquismo, cabría
recordar que uno de los delitos más perjudiciales para un país es el de
la fuga de capitales, pues lo deja depauperado y anémico. Se trata de un
delito de lesa patria, merecedor de un castigo ejemplar, muy parecido
al que se sospecha pudo perpetrar también, continuadamente, el tal
Urdangarin.