martes 20 de diciembre de 2011, 07:55h
Hay que admitirlo, ayer Rajoy impuso
su estilo en el debate de investidura. Logró establecer el clima sin crispación
que deseaba y el ritmo de desgrane de propuestas que le pareció oportuno. Y ni
siquiera Cayo Lara, que se había propuesto llegar como un huracán, logró
modificar el clima reinante y menos aún alterar mínimamente la compostura del
candidato.
Rajoy fue en todo momento fiel a sí
mismo. En su discurso pretendía mostrar los lineamientos estratégicos
únicamente, sin pasar a las acciones concretas. Y lo consiguió casi por
completo. Sólo Rubalcaba logró sonsacarle que no pretende modificar la Ley que
establece la jubilación a los 67 años y Rosa Diez comprobó que no está en la
cabeza de Rajoy modificar la Ley electoral. Todo lo demás se hizo a su paso y
con su pausa. Ya está claro que el próximo Presidente de Gobierno ira mostrando
poco a poco las malas noticias.
La causa de este desgrane pausado es
múltiple. Por un lado, responde a la forma regular de trabajar de este político
de Pontevedra, que le gusta ir soltando las cosas de a poquito. Por otro lado,
está convencido que poner las malas noticias encima de la mesa va a provocar
tensiones en la calle. Y finalmente tiene un interés directamente político: no
ponerse obstáculos para conseguir su objetivo de ganar las elecciones andaluzas
de marzo.
Y en cuanto al clima, Rajoy quiere
bajar considerablemente el grado de crispación característico de las anteriores
legislaturas. Por eso su intervención se centró en mostrar a todos su mano
tendida. Y la suerte le acompaña en esto, al menos respecto del principal
partido de la oposición: el PSOE ya ha dejado claro que no hará una oposición
de acoso y derribo. Y algo similar ha evidenciado el señor Duran de CIU. En eso
Rajoy está de suerte: mientras estuvo en la oposición fue muy poco colaborador
y ahora que llega al Gobierno adoptando una postura conciliadora, se encuentra
con que las principales fuerzas de la oposición están por la labor. Desde
luego, con ello gana el país, pero el PP parece que evitará conocer el sabor de
su propia medicina, al menos por el momento.
Solo le quedaba saber a Rajoy la
fuerza polémica del recién estrenado Cayo Lara y la forma en que se plantaría
Rosa Diez en el estrado. El discurso de Lara fue el esperado: contra los
mercados y el ajuste y a favor de la inversión pública como pomada canaria
frente a cualquier problema. Claro, cuando Rajoy le aclaró que él también creía
que impulsando sólo el control del déficit no se podría salir de la crisis,
sino que hay que incentivar el crecimiento y luchar contra el paro, el portavoz
de Izquierda Unida simplemente se desinfló. Y empezó a discutir en un plano
donde los dogmas no le sirven, para acabar poniendo cara de alumno motivado.
El caso de Rosa Diez fue algo más
sorprendente. Ella estaba segura que mostrando una intención de fondo de
naturaleza conciliadora, podría enfatizar algunos reclamos propios. Para ser
justos, es necesario aclarar que hizo una intervención que buscaba conjugar el
sentido de Estado y en ese tono, ni siquiera tocó el asunto de la ilegalización
de los nacionalistas radicales en Euzkadi. Pero cuando tiró algunas andanadas,
principalmente sobre la corrupción y la normativa electoral, se encontró con un
Rajoy que le rizaba el rizo: como sabe que UPyD está dispuesta a la
concertación, eso le daba margen para mostrarse crítico con ella. Es decir, un
juego de fintas, que tuvo como mayor interés el que Rajoy hiciera pública su
defensa de la actual ley electoral.
Moraleja: a Rajoy hay que perseguirlo
con saña para que suelte prenda. De momento, ayer puede afirmarse que consiguió
el clima que deseaba, así como controlar el ritmo del debate. Eso no le sumará
votos para su investidura, pero eleva su estatura como futuro Presidente de
Gobierno.
Foro asociado a esta noticia:
Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
1770 | Cuquiña - 20/12/2011 @ 23:49:04 (GMT+1)
Dice vd. que Rajoy no colaboró con el felizmente periclitado gobierno, ¿cómo iba a colaborar con los disparates de Zapatero? yo más bien diría que fué Zapatero el que firmó el pacto del Tinell tratando de echar a la cuneta a un partido de la oposición con millones de votos, y se equivocó. Provocó tanto a la sociedad que algunos de los suyos se pasaron a Rajoy y no se habrán arrepentido. Exceptuando su desmesurada respuesta a Rosa Díaz sobre la corrupción, ella tiene toda la razón, el resto de su discurso llamando a todos los españoles, no hay buenos ni malos, todos somos necesarios e iguales, todos merecemos respeto, tenemos una tarea común, sonó a todo lo contrario de lo que hemos visto estos últimos años. Se lo han puesto fácil los socialistas, porque con su educación y su prudencia por contraste muchos nos hemos quedado encantados. Ahora queda lo más duro, hacer lo que el pusilánime no quiso, pero si empiezan por los políticos, los demás nos apretaremos el cinturón hasta el último agujero.
|
|