Desde el Egipto de los faraones pasando por
El Escorial o el Vaticano, y antes por el arco de Bará o el teatro romano de
Mérida, a los poderosos les gusta dejar sus huellas en la Historia en forma de
monumentos, de esculturas, de grandilocuencias de roca, de edificios útiles o
inútiles que son testimonio de su paso por este pobre planeta, y en los que han
dejado los impuestos y el pellejo los conciudadanos más desfavorecidos.
Los tiempos han cambiado, pero igual que a
los zorros y a los alacranes no se les quitan las mañas ni el instinto,
lo mismo les sucede a algunos políticos contemporáneos que, en la España de la
falsa riqueza, sembraron sus ciudades o sus comunidades autónomas de grandes
bloques de piedra o esculturas metálicas o aeropuertos sin viajeros o
autopistas que no iban a ninguna parte, en un largo inventario de errores y de
horrores.
Y ahora ha llegado la realidad con sus
tijeras y con sus rebajas, y Asturias no tiene dinero para mantener las
actividades del edificio NIemeyer, junto a la ría de Avilés; y Castilla-La
Mancha carece de recursos para sostener el megalómano aeropuerto de Ciudad Real
(y otro tanto pasa en Lleida y en Albacete, y casi está ocurriendo en el
aeropuerto de León, en cuyas ampliaciones sucesivas tanto le gustaba
fotografiarse a Zapatero). Y sucede también en parte de los grandes proyectos,
ya en funcionamiento, de la Comunidad Valenciana ("Terra Mítica", la "Ciudad de
la Luz" o la sociedad creada para organizar el Gran Premio de la Fórmula-1)
que necesitan replantear su financiación porque su coste los hace insostenibles
para las arcas públicas.
A los políticos, en plena euforia de su
mandato, les gusta mucho cortar cintas inaugurales y salir en los telediarios,
pero a veces no calculan el futuro de esas edificaciones, el gasto enorme que
supone mantener su actividad. Hay inversiones realizadas en Asturias con los
"fondos mineros", procedentes de la Unión Europea para financiar alternativas
laborales en los malos tiempos del carbón, y que han sido un derroche sin
sentido. Carreteras que llegan a remotas aldeas de montaña donde vivían dos o
tres familias que lo primero que hicieron, tras la inauguración de la pista,
fue usarla para abandonar el pueblo y emigrar a la ciudad donde ya vivían sus
hijos y sus nietos.
Todos quisiésemos tener un museo con
cuadros de Velázquez o de Picasso al lado de casa, o un teatro en que se
representase a Shakespeare o a Calderón, o una escultura de Rodin o de Miró
frente a todos los ayuntamientos, o la Alhambra y la Sagrada Familia en nuestro
barrio.Pero eso es imposible porque faltan recursos, y hasta faltan cuadros y
estatuas, aunque lo que no debe estar ausente es el sentido común. Un sentido que pierden algunos políticos
cuando construye puentes donde no hay río y edifican aeropuertos donde no hay
pasajeros... Esos políticos creen, cuando reciben el bastón de mando, que el
mundo es suyo, y así nos va.
frente a todos los ayuntamientos, o la Alhambra y la Sagrada Familia en nuestro
barrio.Pero eso es imposible porque faltan recursos, y hasta faltan cuadros y
estatuas, aunque lo que no debe estar ausente es el sentido común. Un sentido que pierden algunos políticos
cuando construye puentes donde no hay río y edifican aeropuertos donde no hay
pasajeros. Esos políticos creen, cuando reciben el bastón de mando, que el
mundo es suyo, y así nos va.
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