Espero que los republicanos sepan apreciar y tener en lo que vale el esfuerzo regio por cumplir con todas sus obligaciones institucionales al servicio de España y de los españoles, faltaría más. Ayer,
sans aller plus loin, sin ir más lejos, Su Majestad el Rey, que Dios guarde, acompañado de Su Alteza Real el PrínZipe de Asturias, asistieron a la reunión constitutiva de la Consejo de Defensa Nacional, que esto es dar el callo y marcar el caqui, ¿verdad, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y defendidos niños y niñas que me leéis? Con la cantidad de cosas que podría estar haciendo
Don Juan Carlos, como jugar con sus nietos o salir a regatear, que el mediterráneo estos días está precioso, pero allí estaba, con su uniforme de capitán general de los tres ejércitos de ¡¡España!!, y sin hacer caso de las insidiosas voces de Esquerra Republicana de Catalunya, que pretendían degradarlo a la categoría de cabo furriel o, en todo caso, a la de sargento reenganchado.
Ni que decir tiene que el Gobierno de ¡¡España!!, por boca de su presidente,
José Luis Rodríguez Zapatero puso al titular de la Corona al corriente de todo lo que atañe a la Defensa de ¡¡España!!. Que a la Patria se la sirve por tierra, mar y aire.
Claro que los pacifistas y la progresía se siguen preguntando para qué sirven los ejércitos, ahora que la mili no es obligatoria. Pregunta retórica y banal. Porque los Ejércitos son el bastión inexpugnable que protege la libertad y la independencia de ¡¡España!!. Bueno, bastión y, además, bolsa de trabajo para muchos latinoamericanos que sirven bajo los rojigualdas colores de la bandera de ¡¡España!!. Aparte de ser nuestras Fuerzas Armadas los mejores embajadores del ser, el haber y el estar español. En el Líbano y en Afganistán a ¡¡España!! se la respeta. Es decir, que gracias a nuestra Fuerzas Armadas y a la persona de Su Majestad el Rey, que Dios guarde, nuestra Patria común e indivisible de todos los españoles, cuenta cada día más en el concierto de las naciones.
Nuestra nación, mal que les pese a unos pocos, es la octava potencia mundial. Así con un par, con un par de buenas razones. La Constitución, la bandera y la Corona son nuestros símbolos. Unos símbolos de los que hay que estar orgullosos, lo diga o no lo diga
Marianito Rajoy (
por cierto, hoy se ensaña sanguinariamente con el líder del peperío patrio el malvadísimo del Vilariño). Y yo, pequeñines/as míos/as, vuestro supremo mentor, me siento orgullosísimo de ser y sentirme español. Por ejemplo, cuando estoy en Ginebra y tiro de pasaporte para pasar al sancta sanctórum de la
Banque privée, el orgullo patrio, al modo del aroma de una selecta colonia
pour homme, envuelve mi persona. Ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en este mundo. Y al que le pique, que se rasque... que se rasque todas las veces que haga falta, por supuesto. Que ya sabemos todos, al menos desde la época de Sancho Panza, que en lo tocante a comer y rascar todo es empezar. ¡¡¡Viva España!!!