jueves 01 de diciembre de 2011, 14:54h
"Cinco de cada diez empresas consultadas en España declaran haber sufrido
algún delito económico durante el último año"
Un 84 por ciento de los españoles, según el CIS, cree que no pagan más
los que más tienen, que hay mucho o bastante fraude fiscal y que éste se
concentra fundamentalmente en las empresas (19,6), en los partidos políticos
(19,2%) y entre los ricos y poderosos (16,7). Pero un 75 por ciento cree que la gente no
engaña más por miedo y otro 44 por ciento estima que casi todo el mundo engaña
algo al pagar sus impuestos y que la Administración ya cuenta con ello. Es
decir, que la forma de comportamiento ético está más relacionada con el pecado
ajeno que con el propio. Si aquí se acabara el fraude, el grande y el pequeño,
la economía sumergida, los parados que no lo están, el despilfarro de las
Administraciones públicas, los golfos que se lo llevan calentito por donde
pasan, sea la Administración o las empresas, seguramente este país sería mucho
más rico y también más justo. Pero como todos cuentan con que el otro engaña o
da menos de lo que debe, nuestra moral es mucho más laxa para perdonar nuestras
propias culpas.
No es el único informe sobre el fraude que llama la atención. Otro, éste
de de la consultora PwC, indica que se ha disparado en España la "contabilidad
creativa" -un término que me seduce tanto como el de "crecimiento negativo"- que
es una manipulación contable y un delito como la copa de un pino. Mientras en
2009 estos casos apenas representaban un 11 por ciento de los fraudes que
sufrían las compañías, en 2011 han crecido hasta un 29 por ciento.
Cinco de cada diez empresas consultadas en España declaran haber sufrido
algún delito económico durante el último año -la media mundial es de tres- y el
65 por ciento de los fraudes se deben a apropiación indebida de activos y
manipulación contable, aunque han bajado los sobornos, tal vez porque hay mucho
menos que repartir y menos negocio que conseguir. Pero esos delitos, que
cometen en su mayoría los altos directivos, les cuestan a las empresas entre
70.000 y 3,5 millones de euros, según los casos. Y aunque el nuevo Código Penal
hace responsables a las empresas de los delitos de sus empleados, incluso hasta
provocar la desaparición de aquellas, casi el 70 por ciento de las compañías no
ha implantado ninguna medida para cubrirse las espaldas. Eso delata que es muy
fácil alterar las cuentas de una empresa o llevárselo sin que nadie se de
cuenta y que no pasa nada. Lo hemos visto en algunas Cajas y Bancos, pero
parece que no sólo está ahí el problema.
Así que la confianza en nuestros políticos, banqueros y empresarios está
casi al mismo nivel de la de los ciudadanos en sí mismos. Hay que cambiar el
modelo económico, pero también el modelo ético de los comportamientos privados
o públicos. No es lo mismo robar cinco que cincuenta mil. Pero no parece sensato
pensar que la diferencia radica sólo en que cada uno defrauda lo que puede.