martes 29 de noviembre de 2011, 08:18h
La
victoria electoral en Marruecos del partido islámico Justicia y
Desarrollo (PJD) no es ninguna sorpresa para los que conocen la
realidad marroquí. Por supuesto que está incluido el propio rey,
Mohamed VI, quien sabía perfectamente a qué se arriesgaba cuando
aceptó la reforma de la Constitución que reducía sus poderes,
entre otros, el nombramiento del primer ministro que ahora
obligatoriamente será el de la lista más votada. Tampoco nos
engañemos porque el monarca tiene margen para demostrar su capacidad
de mantener el mando con el control de ministerios de soberanía de
un país como Marruecos que es estratégico para España. El
extrovertido líder islámico del PJD, Abdelilah Benkirán, ha
moderado sus declaraciones consciente de la necesidad de no levantar
más suspicacias en los sectores tradicionales del poder marroquí,
el conocido, influyente y decisivo Mahzen, la corte de poder que
rodea al rey en Marruecos.
Hay un detalle crucial en torno a las
ambiciones de poder de un partido islámico moderado como el PJD, que
le diferencia sustancialmente con los islamistas radicales del
partido Justicia y Espiritualidad, y es su aceptación del monarca
alauí como 36º descendiente directo del profeta y jefe espiritual
como Comendador de los creyentes. Esta actitud es determinante para
que pueda ejercer el poder, en coalición con otros partidos
políticos, una formación islámica que recoge en buena parte la
confianza de un tercio de los votantes como vía de solución a sus
problemas diarios en una sociedad donde las reformas emprendidas
desde hace más de diez años por Mohamed VI han permitido un
notable, pero insuficiente, progreso económico y social con el
desafío de construir una clase media que pueda sustentar el proceso
hacia una democracia, más o menos comparable con Occidente, aunque
con sus propias peculiaridades.
El gran desafío de los partidos
islámicos, no sólo en Marruecos si no también en Túnez, en
Egipto, en Libia y en el resto de países musulmanes es asumir la
imprescindible separación entre Iglesia y Estados, recorrer su
propio Concilio de Trento, como ocurrió en su día a los cristianos.
El ejemplo puede ser Turquía, pero no nos engañemos porque en las
últimas elecciones el primer ministro Erdogan no logró los votos
suficientes para cocinar a su gusto, como pretendía, la
Constitución. Enfrente, una institución como el Ejército vela por
mantener los principios laicos del Estado. No se pueden hacer
comparaciones porque cada país es diferente pero ocurre algo
parecido en Egipto, Túnez y Marruecos. Por cierto, es esencial para
los intereses de España y Marruecos que exista una correcta relación
política entre Benkirán y Rajoy, se caigan mejor o peor.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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