Le envío,
Mariano Rajoy, unas palabras,
envueltas en urgencia, cuando el Partido Popular que usted lidera ha obtenido
mayoría absoluta en las elecciones generales de ayer. Celebro esta decisión del
pueblo español, del soberano y atemorizado pueblo español, del mismo modo que hubiese
celebrado una decisión democrática en cualquier otra dirección. Pero lo cierto
es, Mariano Rajoy, que al tercer intento le ha llegado la victoria, tanto en
volandas de la ilusión que, a la desesperada, suscita su figura y la del resto
de los candidatos "populares", como sobre las cenizas de un Partido Socialista
que, por la desastrosa gestión de la crisis de
Rodríguez Zapatero, está "fané y
descangalláo", en la situación más dura que ha soportado en la historia de la
democracia española.
Pero, en fin, los errores del PSOE son
asunto de otro comentario y, en este "correo sin respuesta" me quiero fijar,
señor Rajoy, en la dura, difícil, angustiosa y apasionante tarea que han puesto
en sus manos la mayoría de los ciudadanos, y esperando todos que usted sea el
presidente de todos los españoles y no sólo de los que ayer han introducido en
las urnas la papeleta de la gaviota. Quienes hasta ahora eran sus rivales
políticos, a partir de ayer deben ser, necesariamente, sus compañeros de
fatigas para sacar a España de un pozo profundo, con cinco millones de parados
y con ese ente misterioso y chantajista al que llaman "el mercado" intentando
excluirnos de la primera división de una Europa que se tambalea.
Lo que a partir de hoy se pone a
prueba, Mariano Rajoy, es su capacidad de liderazgo y su habilidad
para concitar unidad y complicidad, para presentar la batalla del futuro desde
el compromiso de todos; para ser fuertes ante los fuertes; para hacer compatible
el sacrificio que viene con la defensa de los intereses de los más
desfavorecidos: los parados, los jóvenes, los jubilados, los pobres.
No le toca una buena época; bien sabe Dios
que el cuatrienio que ahora comienza será duro, que las arcas no sólo están
vacías sino que presentan agujeros que producen vértigo, que España es un país
endeudado hasta las cejas, y que la confianza en el sistema financiero ha
saltado por los aires, y lo que aún es peor: también ha saltado la confianza en
nosotros mismos.
Al iniciar un camino con muchas más espinas
que rosas, ni su gobierno debe ser el del "rodillo" y las pequeñas
venganzas, ni su indiscutible victoria en tan desdichadas circunstancias debe
ser un panal de rica miel sobre el que vuelan las ambiciones de los aduladores
y de los oportunistas. Usted que, por su discreción, es un gran desconocido
para muchos compatriotas, tiene ahora la oportunidad de mostrarse tal como
queremos que sea: conocedor de la realidad, consciente de la situación, generoso,
dialogante, y firme para decir que NO, rotundamente NO, cuando sea necesario.
En fin, señor Rajoy, que desde el ojo del huracán le deseamos -y nos deseamos todos los españoles- buena suerte.
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